
Una escena política que parece sacada de un coliseo romano se desplegó en el corazón del oficialismo chileno durante los últimos meses, con Jeannette Jara en el centro del ring.El 31 de julio de 2025, Jara presentó oficialmente su equipo de campaña presidencial, en un evento que no solo marcó el inicio de su carrera hacia La Moneda, sino que también reveló las tensiones y ajustes internos que definen su estrategia política.
El cambio más visible fue la designación de Jorge Millaquén, un administrador público socialista de perfil bajo, como jefe de gabinete del comando, desplazando a Marcos Barraza, histórico amigo de Jara y exconvencional del Partido Comunista (PC). Este movimiento no fue casual ni exento de conflicto. Barraza, quien aspiraba a una carrera parlamentaria, necesitaba mayor visibilidad pública, incompatible con el perfil reservado que exige el cargo de jefe de gabinete. Además, la decisión de Jara buscó enviar una señal de amplitud política, evitando concentrar cargos clave en el PC, lo que generó descontento en algunos sectores del partido.
Desde la perspectiva del PC, esta decisión fue recibida con cierta frustración. "La exclusión de Marcos de un cargo tan relevante refleja una subestimación del rol que nuestro partido puede y debe jugar en esta campaña", comentaron fuentes internas. Por otro lado, desde el Partido Socialista (PS) y aliados como el PPD, la jugada fue vista como un paso necesario para consolidar un comando plural y capaz de atraer a sectores más amplios del oficialismo y la ciudadanía.
El equipo estratégico de Jara quedó encabezado por el sociólogo Darío Quiroga, acompañado por figuras como Ricardo Solari, exasesor clave en la campaña del plebiscito de 2023, y José Toro, secretario general del PPD. Este grupo tiene la tarea de construir un relato sólido que permita a Jara imponerse en la primera vuelta presidencial, evitando las divisiones internas que han marcado la izquierda chilena en años recientes.
Por su parte, la Democracia Cristiana (DC), tradicional aliado del oficialismo, se mantuvo en un discreto segundo plano durante el lanzamiento. Aunque la secretaria nacional Alejandra Krauss estuvo presente, la incorporación formal de cuadros democratacristianos al comando quedó pendiente hasta una reunión clave con la directiva del partido. Esta demora refleja las dificultades para integrar a la DC en un proyecto político que busca ampliar su base sin perder identidad.
En el terreno programático, la campaña se reforzó con la incorporación de Camila Miranda, abogada y figura emergente del Frente Amplio, encargada de trabajar en el programa de gobierno, y Xavier Altamirano, exsubsecretario de Derechos Humanos, aportando una mirada en temas sociales y de justicia.
La seguridad, un tema sensible en la opinión pública, también comenzó a ser abordado con el apoyo del timonel del PPD, Jaime Quintana, quien impulsa la integración de expertos para fortalecer esta área, aunque los nombres definitivos se anunciarán en las próximas semanas.
"El desafío es construir un comando que se vea como un mosaico, no como un bloque monolítico", explicó un cercano colaborador de Jara, aludiendo a la necesidad de equilibrar las distintas fuerzas políticas y sociales que componen el oficialismo.
¿Qué se puede concluir de este episodio?
Primero, que la campaña presidencial de Jeannette Jara es un reflejo fiel de la complejidad y fragmentación del oficialismo chileno. La tensión entre el PC y el PS, la cautela de la DC y la incorporación de sectores emergentes como el Frente Amplio dibujan un escenario de alianzas frágiles y negociaciones constantes.
Segundo, que la estrategia de Jara apuesta por un perfil de liderazgo que busca ampliar su base electoral, evitando enfrentamientos internos abiertos y apostando por un relato que conecte con el "pueblo" frente a la "élite", tal como quedó evidenciado en su campaña de primarias.
Finalmente, queda claro que el éxito o fracaso de esta apuesta dependerá no solo de la gestión interna del comando, sino también de la capacidad de Jara para mantener un equilibrio entre las demandas de sus aliados y las expectativas de un electorado cada vez más exigente y fragmentado.
En este coliseo político, cada movimiento cuenta y el público observa atento, consciente de que la tragedia o el triunfo de hoy definirán el rumbo del país mañana.