
El ascenso de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista, a una candidatura presidencial ha desatado un debate que trasciende la mera disputa electoral para poner en escena una crisis más profunda: la fragilidad de la democracia chilena y la tensión entre fuerzas leales y semileales a ella.
Desde su postulación oficializada en julio de 2025, Jara ha polarizado a políticos, académicos y ciudadanos, evidenciando una fractura que no solo es ideológica, sino también moral y estratégica. Por un lado, sectores conservadores y liberales advierten sobre el riesgo de que un gobierno encabezado por una militante comunista pueda erosionar los principios básicos de la democracia liberal y los derechos humanos. Esta visión enfatiza el peligro de un retroceso autoritario o un viraje hacia modelos estatistas que limiten las libertades individuales.
En contraparte, sus defensores argumentan que la candidatura de Jara forma parte de una coalición amplia —que incluye a partidos socialdemócratas y progresistas— lo que, en la práctica, limitaría cualquier intento de ruptura institucional. Para ellos, su llegada al poder podría representar una oportunidad para profundizar reformas sociales largamente postergadas y revitalizar la democracia desde adentro.
Sin embargo, un análisis más matizado revela que el problema no radica solamente en la capacidad de los comunistas para derrocar la democracia, sino en cómo su presencia en el poder afecta la calidad y estabilidad del régimen democrático existente. En este escenario, la fragmentación política, la polarización extrema y la intolerancia se han exacerbado, alimentando un clima de confrontación que pone en jaque la convivencia civil.
Como señala la historiadora Valentina Verbal, "las crisis democráticas no solo se explican por la acción de fuerzas desleales, sino también por la forma en que las fuerzas leales les otorgan espacio y legitimidad, convirtiéndose en semileales". Esta idea introduce una disonancia cognitiva crucial: la alianza entre partidos que se declaran defensores de la democracia y aquellos que cuestionan sus fundamentos puede debilitar el sistema más que fortalecerlo.
Desde la perspectiva política, los partidos que en el pasado conformaron la Concertación —hoy Socialismo Democrático y Democracia Cristiana— enfrentan un dilema. Al apoyar candidaturas como la de Jara, se arriesgan a ser percibidos como cómplices de una erosión democrática, aunque su intención original sea mantener la estabilidad y gobernabilidad.
En el plano social, la ciudadanía observa con desconfianza y escepticismo este entramado. El temor a la polarización y a la pérdida de derechos se mezcla con demandas legítimas de justicia social y representación política más inclusiva. Esta tensión se traduce en un aumento del desencanto electoral y la proliferación de discursos radicales en ambos extremos del espectro político.
Finalmente, la candidatura de Jeannette Jara se convierte en un espejo donde se reflejan las debilidades y contradicciones de la democracia chilena actual. No se trata solo de un enfrentamiento electoral, sino de un desafío para definir qué tipo de democracia se quiere construir: una que permita la convivencia de diferencias profundas o una que excluya a quienes representan visiones políticas incómodas.
La verdad que emerge tras meses de debate y análisis es que la democracia chilena está en un punto de inflexión donde la lealtad a sus principios no puede darse por sentada, y donde las alianzas políticas deben ser evaluadas no solo por su capacidad de ganar elecciones, sino por su impacto en la salud institucional del país. La semilealtad, entendida como la complicidad ambigua con fuerzas que pueden socavar la democracia, es un riesgo que las fuerzas políticas y la sociedad deben enfrentar con honestidad y responsabilidad.
En conclusión, la candidatura de Jeannette Jara no es solo un hecho político, sino un síntoma y un catalizador de una crisis democrática que exige reflexión profunda, diálogo abierto y una revisión crítica de las alianzas y lealtades que sostienen el sistema político chileno.