
El pulso por el Presupuesto Nacional 2026 ha entrado en una fase crítica que revela las tensiones profundas entre el Ejecutivo y el Congreso, y que anticipa un debate intenso en la Cámara Alta. Tras el despacho del proyecto desde la Cámara de Diputados el 18 de noviembre, con la aprobación de 19 partidas y el rechazo de 14, el escenario para Hacienda se presenta cuesta arriba. La discusión, lejos de ser un mero trámite, refleja un choque de prioridades y visiones sobre el rol del Estado y la distribución del gasto público.
El rechazo de partidas que afectan a ministerios clave como Interior, Relaciones Exteriores, Educación, Salud y Seguridad Pública, junto a fondos para los Gobiernos Regionales y la Presidencia de la República, ha encendido las alarmas en el Ejecutivo. La ministra secretaria general de la Presidencia, Macarena Lobos, ha reconocido la complejidad, mientras el ministro de Hacienda, Nicolás Grau, ha enfatizado que "cuando hay disposición al diálogo, se pueden construir acuerdos", aunque admitió que quedan diferencias importantes por resolver.
Desde la oposición, voces como el diputado Joaquín Peña han calificado el proceso como un "fracaso del gobierno", apuntando a una falta de sintonía con las demandas ciudadanas y un manejo presupuestario que, a su juicio, no responde a las urgencias sociales.
Por su parte, sectores oficialistas insisten en la necesidad de mantener un equilibrio entre responsabilidad fiscal y social, destacando que se logró reponer más del 50% de las partidas rechazadas en la comisión mixta, lo que abre un espacio para acuerdos en el Senado. Sin embargo, el tiempo apremia: el 29 de noviembre es el último día para despachar la ley, y las reuniones entre Hacienda, Segpres, y parlamentarios de diversas bancadas se han intensificado, incluyendo sesiones dobles en el Senado para avanzar en la aprobación.
El debate no solo se centra en cifras, sino en la dirección política que tomará el país en un año electoral y de transición presidencial. La tensión entre quienes abogan por un Estado más activo en áreas sociales y quienes priorizan la austeridad fiscal se ha evidenciado con claridad, dejando al descubierto la dificultad de conciliar estos enfoques en un marco de diálogo parlamentario.
"Estamos construyendo una Ley de Presupuestos con responsabilidad social y fiscal, que es lo que el país necesita", afirmó Grau, mientras la oposición mantiene su crítica sobre la insuficiencia de los recursos asignados a áreas prioritarias.
En este coliseo político, el Senado se prepara para ser el escenario decisivo donde se jugarán las últimas cartas. Se espera que los legisladores presenten indicaciones y enmiendas, en un contexto donde la presión de la opinión pública y los actores sociales añade una dimensión adicional a la negociación.
Las consecuencias de este proceso serán palpables a corto y mediano plazo: la ejecución del gasto público en salud, educación, seguridad y desarrollo regional dependerá en gran medida del acuerdo que se logre, condicionando la capacidad del próximo gobierno para implementar su agenda.
La verdad que emerge, tras semanas de negociaciones y desencuentros, es que el Presupuesto 2026 no solo es una cuestión técnica, sino un reflejo del Chile que se disputa en el Parlamento: un país que busca equilibrio entre crecimiento, justicia social y estabilidad fiscal, pero que aún no ha encontrado la fórmula para armonizar esas demandas en un contexto político fragmentado.
Este episodio invita a la reflexión sobre la necesidad de mecanismos de diálogo más efectivos y una cultura política que privilegie el entendimiento profundo sobre la inmediatez y la confrontación, para evitar que la incertidumbre presupuestaria se traduzca en un costo real para la ciudadanía.
Fuentes: Diario Financiero, declaraciones de Ministerio de Hacienda, entrevistas parlamentarias.