
Un ruido que distrae, una figura que incomoda y un tiempo que apremia. Así se ha desarrollado, con intensidad creciente, la crisis interna en el comando de Jeannette Jara, candidata de Unidad por Chile, a pocas semanas de la segunda vuelta presidencial. El 20 de noviembre de 2025, el sociólogo Darío Quiroga fue removido de su cargo como jefe estratégico del comando, tras la reactivación de un video antiguo en el que emitía comentarios burlescos y clasistas contra la diputada electa Zandra Parisi, hermana del excandidato presidencial Franco Parisi.
Desde el inicio de la campaña, Quiroga se ha caracterizado por un estilo directo, incluso confrontacional, que ha generado tanto adhesiones como rechazo. Su presencia mediática, con múltiples entrevistas y apariciones en programas de streaming, buscaba posicionar la candidatura de Jara en un escenario complejo y fragmentado. Sin embargo, la viralización de sus críticas hacia el Partido de la Gente y los Parisi, que incluyeron términos como “flaiterío” y cuestionamientos a la identidad de Zandra Parisi, detonó una crisis de legitimidad interna.
En su carta de renuncia dirigida a Jara, Quiroga reconoció el impacto negativo del “ruido mediático” y coincidió en que su salida era necesaria para no distraer la campaña. Pese a sus disculpas públicas previas, el daño ya estaba hecho. “El ruido mediático que esta situación ha provocado distrae las tareas que deben estar 100% abocadas a los desafíos de la segunda vuelta”, admitió.
La remoción abrió un debate profundo en el oficialismo. Por un lado, figuras como la senadora Paulina Vodanovic y el diputado DC Eric Aedo expresaron su molestia por el protagonismo excesivo de Quiroga, señalando que “cuando un asesor es más noticia que la candidata, hay un problema”. La senadora enfatizó que los asesores deben ser soporte, no protagonistas.
Por otro lado, sectores del comando reconocen que el estilo de Quiroga, aunque polémico, buscaba conectar con un electorado desencantado y fragmentado, especialmente en la disputa por los votos que captó Franco Parisi en la primera vuelta. La tensión entre confrontación y moderación estratégica se hizo evidente también en la relación entre Quiroga y otros asesores, como Ricardo Solari, quien defendía un enfoque más propositivo y menos agresivo.
En un gesto inédito, la propia Jara cuestionó públicamente los dichos clasistas de Quiroga, distanciándose de su lenguaje y poniendo en suspenso su continuidad en el comando. “No me gustan los dichos clasistas, no uso ese lenguaje y me parece inadecuado”, afirmó, anunciando que evaluará y comunicará oportunamente las decisiones sobre su equipo.
A la espera del anuncio formal del nuevo comando 2.0, que se realizará el viernes 21 de noviembre, se anticipa una reconfiguración que incluye la incorporación de figuras políticas con mayor sintonía territorial y social, como gobernadores y alcaldes, además de actores sociales, científicos y culturales. La idea es ampliar la base de apoyo y mejorar la conexión con el electorado clave del norte y centro del país, donde Parisi obtuvo fuerte respaldo.
El oficialismo enfrenta el desafío de conquistar a un electorado heterogéneo y desencantado, que en la primera vuelta optó por un outsider como Parisi. La polémica generada por Quiroga ha complicado la estrategia de acercamiento, ya que ha revivido tensiones y prejuicios que la candidatura de Jara busca superar para ampliar su base.
Además, la campaña se desarrolla en un escenario donde el candidato José Antonio Kast se niega a participar en debates, lo que Jara ha denunciado como falta de coraje, mientras ella apuesta a una ofensiva comunicacional que combine confrontación directa y propuestas claras.
La crisis del comando de Jara es la manifestación palpable de un momento político convulsionado, donde los estilos personales, las tensiones internas y la necesidad de ampliar apoyos se enfrentan en un escenario de alta presión. La salida de Quiroga no solo responde a un error de comunicación, sino a una recalibración estratégica necesaria para evitar que la campaña se fracture por dentro y para mejorar la sintonía con sectores clave del electorado.
Esta historia revela la dificultad de equilibrar autenticidad y corrección política en tiempos de alta polarización, y cómo las disputas internas pueden convertirse en un espectáculo público que distrae de los temas de fondo. La decisión de Jara de distanciarse de los dichos clasistas y reconfigurar su equipo marca un punto de inflexión, pero también abre interrogantes sobre la capacidad del oficialismo para construir una narrativa inclusiva y efectiva en las próximas semanas.
Finalmente, el episodio invita a reflexionar sobre el rol de los asesores en la política contemporánea: ¿deben ser voces visibles y disruptivas o silenciosos arquitectos tras bambalinas? La respuesta tendrá consecuencias para la campaña y para la política chilena en general.