
En la madrugada del 1 de agosto de 2025, Estados Unidos puso en marcha una serie de nuevos aranceles que han marcado un antes y un después en las relaciones comerciales internacionales y en la economía chilena. La firma de las órdenes ejecutivas por parte de la Administración Trump se concretó a última hora del 31 de julio, generando un clima de incertidumbre y caos operativo entre importadores, transportistas y autoridades aduaneras, quienes enfrentaron la ausencia de información precisa sobre la aplicación de estas medidas.
Desde abril, la Casa Blanca había anunciado una política arancelaria agresiva, con la intención de reconfigurar las cadenas de valor y fortalecer la producción doméstica. Sin embargo, la implementación se retrasó en varias ocasiones para privilegiar negociaciones con socios clave como la Unión Europea, Japón, Reino Unido y Corea del Sur. Este juego de acuerdos y suspensiones ha dejado a países como India y Brasil en un limbo, sujetos a tarifas unilaterales sin un marco claro.
Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, señaló que "los países sin acuerdos recibirán notificaciones antes de la medianoche del 31 de julio", una declaración que refleja la estrategia de presión y sorpresa que caracterizó esta etapa.
Para Chile, país profundamente inserto en el comercio mundial y con una economía dependiente de la exportación de materias primas, estos aranceles representan un desafío doble. Por un lado, sectores como la minería y la agroindustria enfrentan riesgos de encarecimiento en insumos y restricciones en mercados tradicionales. Por otro, la presión por diversificar destinos y fortalecer acuerdos regionales aumenta.
Desde el mundo empresarial, voces como la de Aitor Jauregui, director regional de BlackRock, advierten que "las alianzas público-privadas serán cruciales para sortear este nuevo escenario y atraer inversiones". En contraste, organizaciones sociales y sindicatos alertan sobre el impacto en el empleo y las condiciones laborales, especialmente en industrias vulnerables a la competencia externa.
El gobierno estadounidense, bajo la administración Trump, ha buscado consolidar una narrativa proteccionista que apela a la recuperación de empleos y la soberanía económica. Sin embargo, esta estrategia ha desatado críticas tanto internas como externas. Algunos analistas políticos destacan que la medida podría erosionar la confianza en el multilateralismo y provocar represalias comerciales que afecten a largo plazo a todos los actores.
Un experto en relaciones internacionales consultado por Bloomberg señaló que "la incertidumbre generada por la falta de claridad y la imposición unilateral de aranceles podría debilitar las negociaciones futuras y fragmentar las alianzas tradicionales".
A semanas de la implementación, se constata que la decisión de Estados Unidos ha dejado al descubierto la fragilidad de las cadenas globales y la necesidad urgente de adaptación estratégica por parte de los países exportadores. En Chile, el impacto no es homogéneo: mientras algunos sectores buscan nuevas oportunidades en mercados alternativos, otros enfrentan pérdidas y presiones internas.
La tensión entre la urgencia económica y la política proteccionista ha puesto en primer plano la complejidad de un mundo interdependiente donde las decisiones unilaterales reverberan más allá de las fronteras. La historia de estos aranceles aún se está escribiendo, pero ya deja lecciones sobre la importancia de la anticipación, la transparencia y la cooperación en la gobernanza global.
2025-11-12
2025-11-02
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