Un pulso económico marcado por contrastes. En junio de 2025, el Índice de Producción Industrial (IPI) en Chile mostró un aumento de 3,2% anual, impulsado principalmente por el sector manufacturero, que creció un 12%, su mayor alza en cuatro años. Este fenómeno, acompañado por una aceleración del comercio —con un Índice de Actividad del Comercio (IAC) que creció 7,3% interanual— refleja una economía que se mueve con dinamismo, pero no sin tensiones internas. En contraparte, la minería experimentó una caída del 4,2%, su mayor retroceso desde febrero de 2025, encendiendo alertas sobre la sustentabilidad del tradicional motor económico chileno.
El crecimiento manufacturero estuvo liderado por la elaboración de productos alimenticios, que aumentó un 17,8%, aportando significativamente al avance industrial. El comercio, por su parte, mostró un vigoroso desempeño en sus tres divisiones: mayorista, minorista y automotriz. Destaca el comercio electrónico, que creció un 12% anual, reflejando cambios en los hábitos de consumo y la digitalización acelerada del sector.
“Este dinamismo en manufactura y comercio refleja la diversificación que la economía chilena necesita para reducir su dependencia de la minería,” señala el economista de la Universidad de Chile, Rodrigo Martínez.
La caída minera, especialmente en la minería metálica (-4,6%), no solo afecta las cifras macroeconómicas sino que tiene un impacto directo en las regiones dependientes del sector, como Antofagasta y Atacama. “La contracción minera genera desempleo y tensión social en áreas donde la minería es el principal motor,” comenta María González, dirigente social de Antofagasta.
En el plano político, el retroceso ha generado debates intensos. Mientras algunos sectores llaman a fortalecer la inversión en minería tradicional y flexibilizar regulaciones para atraer capital, otros plantean acelerar la transición hacia energías limpias y diversificar la matriz productiva. Esta disonancia se refleja en la agenda parlamentaria y en los discursos de los partidos políticos, que no logran consenso sobre el rumbo a seguir.
La realidad que emerge es la de una economía en transición, con sectores pujantes que no logran compensar plenamente la caída minera. El crecimiento acumulado del IPI en el año es de 2,4%, mientras que la minería apenas sube 2,6% en el mismo período, pero con una reciente caída preocupante.
Este desequilibrio plantea preguntas cruciales: ¿cómo asegurar el bienestar de las comunidades mineras afectadas? ¿Qué políticas públicas son necesarias para fomentar una diversificación productiva justa y sostenible? ¿Puede Chile mantener su liderazgo exportador sin la minería como columna vertebral?
La respuesta no es unívoca. La tensión entre urgencia económica y sustentabilidad ambiental, entre tradición y modernidad, se despliega como un verdadero coliseo donde actores sociales, políticos y empresariales pugnan por definir el futuro económico del país.
En definitiva, el escenario actual revela que Chile debe enfrentar con claridad y valentía la complejidad de su desarrollo económico, reconociendo que la prosperidad futura dependerá de su capacidad para equilibrar crecimiento, equidad y sostenibilidad en un contexto global cada vez más desafiante.