
Jeannette Jara, candidata presidencial del oficialismo, dio un paso decisivo el pasado 30 de julio al revelar su equipo de campaña, una decisión que ha generado un choque de expectativas y cuestionamientos dentro de la centroizquierda chilena. La presentación oficial tuvo lugar en la sede de su comando, donde se confirmó que Marcos Barraza, exministro y amigo personal de Jara, será su jefe de gabinete, un cargo clave que reemplaza la tradicional figura del “generalísimo”.
Este nombramiento no ha estado exento de polémica. Barraza, conocido por su perfil mediático y su rol en la fallida Convención Constitucional, despierta recelos en sectores moderados y en la Democracia Cristiana (DC), donde se cuestiona la falta de pluralismo y la excesiva concentración en círculos partidistas. Héctor Barría, jefe de bancada DC, expresó abiertamente su preocupación: “¿Dónde está el pluralismo que significa un pacto desde la DC hasta el PC? Hay que ampliar el abanico, llegar a sectores moderados, mundo rural, pymes. No todo debe ser político partidista”.
La campaña de Jara se apoya en un núcleo duro de figuras que, además de Barraza, incluye a la exsubsecretaria Nicole Cardoch (PS), encargada del grupo territorial, y al exjefe de gabinete Jorge Millaquén (PS), ambos provenientes de La Moneda. Este equipo refleja una apuesta por la experiencia y la lealtad política, pero también pone en evidencia las tensiones internas que atraviesa la coalición oficialista.
El senador Daniel Núñez y el sociólogo Darío Quiroga forman parte del equipo estratégico, intentando reposicionar a Jara como una candidata de centroizquierda, distanciada tácticamente del Partido Comunista. Esta maniobra busca ampliar su base electoral, pero enfrenta el desafío de equilibrar las raíces ideológicas con la necesidad de atraer a sectores más amplios.
En el ámbito programático, la campaña cuenta con la conducción de la frenteamplista Camila Miranda y el respaldo del Instituto Igualdad, dirigido por el exministro socialista Ricardo Solari, quien aporta su experiencia en campañas electorales exitosas. Sin embargo, esta apuesta por cuadros técnicos y políticos experimentados no ha logrado disipar del todo las dudas sobre la capacidad de Jara para conectar con el electorado más allá de sus círculos habituales.
Desde la mirada ciudadana, se percibe una mezcla de esperanza y escepticismo. Sectores progresistas valoran la coherencia ideológica y el compromiso histórico de Jara y su equipo, mientras que votantes más moderados y críticos temen que la campaña quede atrapada en viejas lógicas partidistas, sin abrirse a la diversidad social y política que Chile demanda.
Este escenario plantea una pregunta inevitable: ¿la estrategia de Jara consolidará un proyecto político sólido y plural, o profundizará las divisiones internas y limitará su alcance electoral? La historia reciente de la política chilena muestra que la confianza personal y el apoyo de cuadros experimentados son necesarios, pero insuficientes para ganar una elección presidencial en un contexto tan fragmentado.
En conclusión, el comando de Jeannette Jara refleja la tensión entre la lealtad partidista y la necesidad de apertura estratégica. Las voces disonantes dentro de la coalición y las expectativas ciudadanas evidencian que el desafío no solo es electoral, sino también político y cultural. La campaña que se desplegará en los próximos meses será el verdadero test para un equipo que, aunque consolidado, debe demostrar que puede trascender la historia y los círculos de confianza para construir una propuesta que convoque a Chile en su diversidad.
Fuentes consultadas incluyen reportajes de La Tercera, análisis de La Segunda y declaraciones públicas de actores políticos como Héctor Barría (DC) y Ricardo Solari (PS).