
Un pulso estratégico entre dos socios históricos se ha desplegado en las últimas semanas, con la segunda ronda de conversaciones comerciales entre Chile y Estados Unidos culminada a finales de julio de 2025. Estas conversaciones, lideradas por la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (Subrei) y el U.S. Trade Representative (USTR), buscan redefinir un acuerdo que va más allá del intercambio tradicional de bienes.
El contexto no es menor: Estados Unidos anunció nuevos aranceles que entraron en vigencia el 1 de agosto, tras una tregua comercial que comenzó en abril, lo que tensiona la relación bilateral y obliga a Chile a repensar su estrategia comercial y política exterior.
En el corazón de esta encrucijada están los minerales críticos, en particular el cobre y las tierras raras, fundamentales para la economía y la seguridad nacional estadounidense. 'Chile, como mayor productor mundial de cobre y con un potencial destacado en tierras raras pesadas, debe reposicionarse como socio estratégico', advierten analistas económicos.
La reciente proclamación del gobierno estadounidense que excluye del arancel del 50% a los cátodos de cobre chilenos, producto que representa cerca de US$ 6 mil millones en exportaciones, abre una ventana de oportunidad. No obstante, esta excepción no elimina la incertidumbre sobre el resto de productos y servicios.
En paralelo, la energía se perfila como otro eje clave. Chile, con su liderazgo en hidrógeno verde, energía eólica y solar, tiene la posibilidad de convertirse en un proveedor estratégico para proyectos de infraestructura energética y data centers en Estados Unidos.
Desde el gobierno chileno, la apuesta es clara: 'Debemos pensar fuera de la caja, buscando alianzas que fortalezcan nuestra posición en la cadena global de valor', señaló un alto funcionario de Subrei. Esta visión es compartida por sectores empresariales, como Sofofa, que promueven un esfuerzo público-privado coordinado para aprovechar las oportunidades.
Sin embargo, no todos comparten este optimismo. Algunos sectores políticos y sociales manifiestan preocupación por la dependencia creciente de la economía chilena respecto a Estados Unidos, temiendo que la balanza comercial y de poder se incline en detrimento de la soberanía nacional. 'No podemos sacrificar nuestra autonomía ni los estándares ambientales y sociales en aras de un acuerdo apresurado', advierte un representante de organizaciones sociales.
A casi cuatro meses de iniciadas las conversaciones, queda claro que la relación Chile-Estados Unidos ha entrado en una fase más compleja y estratégica, donde el comercio se entrelaza con la política, la seguridad y la innovación tecnológica.
Este escenario obliga a Chile a equilibrar intereses diversos: aprovechar sus recursos naturales y capacidades tecnológicas sin perder de vista la necesidad de mantener una agenda soberana y sostenible.
En definitiva, la historia que se está escribiendo no es solo sobre aranceles o exportaciones, sino sobre cómo un país pequeño en recursos pero grande en potencial puede enfrentar las tensiones de un mundo multipolar y competitivo, donde cada decisión tiene consecuencias profundas y duraderas.
La invitación es a observar este proceso con paciencia y profundidad, entendiendo que el verdadero desenlace se construye con tiempo, diálogo plural y una mirada estratégica que trascienda el corto plazo.