
El 30 de julio de 2025 quedará marcado como el día en que la relación entre la candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei, y el aspirante del Partido Republicano, José Antonio Kast, se rompió públicamente, dejando a la derecha chilena en un escenario de tensión inédita y consecuencias palpables para el proceso electoral.
En un encuentro convocado por el Hogar de Cristo, destinado a la entrega de propuestas de políticas públicas, ambos candidatos protagonizaron un saludo breve y tenso que fue el preludio de una disputa abierta. Matthei, visiblemente seria, evitó responder a los comentarios de Kast sobre el expresidente de la ANFP, dejando en evidencia una distancia que va más allá del protocolo.
La chispa que encendió esta fractura fue la acusación de Matthei a Kast por desplegar una “campaña asquerosa”, en alusión a la estrategia negativa que el Partido Republicano habría impulsado contra ella. Desde entonces, el intercambio de recriminaciones ha escalado, polarizando no solo a los equipos de campaña, sino también a sus bases electorales.
Desde la perspectiva de Chile Vamos, la campaña negativa ha sido vista como una traición a la unidad del sector, poniendo en riesgo la posibilidad de consolidar una alternativa fuerte frente a la centroizquierda. En contraste, el Partido Republicano defiende su estrategia como una respuesta legítima a lo que consideran ataques previos y una forma de exponer las debilidades de Matthei.“No podemos permitir que la derecha se diluya en posturas tibias. La confrontación es necesaria para ganar”, afirmó un dirigente cercano a Kast.
Esta división tiene un impacto regional notable. En el norte, donde el electorado es más conservador, la figura de Kast mantiene un apoyo sólido, mientras que en el centro y sur, Matthei conserva su base tradicional, aunque debilitada por la percepción de desgaste y falta de cohesión.
En la sociedad, la disputa ha generado un efecto de desencanto entre votantes independientes y jóvenes, quienes perciben un espectáculo de rivalidades internas que aleja la atención de los temas de fondo. Analistas políticos advierten que esta dinámica podría beneficiar a candidaturas emergentes o a la izquierda, que capitaliza la imagen de unidad y propuestas claras.
A tres meses del plebiscito presidencial, la fractura entre Matthei y Kast no solo refleja un choque personal, sino una crisis estratégica en la derecha chilena que pone en juego su futuro político. Las consecuencias ya se manifiestan en la volatilidad de las encuestas y en la dificultad para construir un discurso común que convoque más allá de los núcleos duros.
En conclusión, la verdad que emerge de este episodio es que la campaña negativa y el desencuentro público han dejado heridas visibles que difícilmente podrán cerrarse antes de la elección. La derecha chilena enfrenta un desafío existencial: reconciliar sus diferencias o arriesgarse a perder terreno frente a una oposición que, pese a sus propias complejidades, muestra mayor cohesión.
Este capítulo no solo es un reflejo de las tensiones internas, sino una invitación para que los ciudadanos observen con distancia y pensamiento crítico cómo las estrategias electorales impactan en la salud democrática y en la calidad del debate público.