
El reingreso de la Democracia Cristiana (DC) al pacto parlamentario oficialista tras meses de exclusión no solo marcó un giro estratégico, sino que también desató un choque frontal de visiones dentro del partido. El 26 de julio de 2025, la junta nacional de la DC aprobó adherir a la candidatura presidencial de Jeannette Jara (PC), poniendo fin al veto que la había dejado fuera de las negociaciones durante semanas.
Este desenlace fue posible gracias a una oferta concreta del oficialismo: 22 cupos parlamentarios para la DC en la lista unitaria que postula a Jara. Una cifra que, aunque menor a la inicialmente pretendida por la Falange, fue suficiente para que el 63% de la junta respaldara la decisión.
Desde el Partido Socialista y otras colectividades del oficialismo, la exigencia fue clara y repetida: “Si quieren sumarse a la lista, deben apoyar a Jara. Eso no es chantaje, sino condición mínima”, afirmó el diputado Daniel Manouchehri. La presidenta del PS, Paulina Vodanovic, enfatizó que la unidad parlamentaria debía ir de la mano con una candidatura presidencial única para evitar complejidades electorales.
Para la DC, esta postura fue recibida con una mezcla de pragmatismo y rechazo. “Parece que la lista única y el respaldo a Jara garantizan la supervivencia del partido”, reconoció el senador Francisco Huenchumilla, actual presidente interino. Sin embargo, figuras como Carolina Goic y Ricardo Cifuentes expresaron su rechazo a lo que califican como una cesión excesiva que podría hipotecar la identidad y autonomía del partido.
El conflicto interno en la DC se despliega como un duelo entre quienes ven en el pacto la única vía para evitar la desaparición política y quienes advierten que ceder sin un acuerdo programático sólido es un riesgo mayor. “Nunca he sido partidaria de arrodillarse a cambio de tres cupos”, sentenció Goic, mientras que Cifuentes alertó que “un partido que acuerda un apoyo antes de tener un acuerdo parlamentario pierde capacidad de negociación”.
Esta tensión no solo refleja la crisis de identidad de la DC, sino también la complejidad del escenario político chileno, donde la fragmentación y las alianzas fluctuantes obligan a los partidos a redefinir sus estrategias y prioridades.
Paralelamente, se reveló la existencia de negociaciones más discretas entre partidos minoritarios como la Federación Regionalista Verde Social, el Partido Liberal y Acción Humanista, buscando un pacto más reducido pero con mayor representación relativa.
Este movimiento sugiere que el tablero electoral oficialista se está reconfigurando en múltiples frentes, con alianzas que buscan maximizar su influencia ante una oposición fragmentada pero resistente.
Este episodio confirma que en la política chilena actual, la supervivencia partidaria y la búsqueda de poder real se juegan en negociaciones complejas donde los principios se tensionan con la pragmática necesidad de estar en la mesa. La DC, otrora un pilar del centro político, enfrenta una encrucijada que pone a prueba su cohesión interna y su capacidad para adaptarse sin perder su esencia.
El respaldo a Jeannette Jara y la aceptación de 22 cupos parlamentarios no son solo un acuerdo electoral, sino un síntoma de la transformación profunda que atraviesa el oficialismo y, en particular, la izquierda chilena, que busca consolidar una unidad que hasta ahora ha sido esquiva.
En definitiva, la historia de la DC en esta negociación es la tragedia contemporánea de un partido que lucha por no desaparecer mientras se debate entre la fidelidad a sus raíces y la urgencia de reinventarse en un escenario político cada vez más fragmentado y polarizado.
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_Fuentes: La Tercera (2025-07-28), entrevistas a dirigentes DC, declaraciones públicas del PS y análisis político._