
El viernes 21 de noviembre de 2025, un sismo de magnitud 3.6 fue registrado a las 04:20 horas a 83 km al sureste de Socaire, con una profundidad de 260 km. Aunque este movimiento fue imperceptible para la mayoría de la población, reavivó el debate sobre la preparación del país frente a futuros terremotos de mayor intensidad, un tema que Chile conoce bien por su historia sísmica.
Desde el punto de vista técnico, el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile ha confirmado que este tipo de sismos profundos, aunque frecuentes, no suelen generar daños directos. Sin embargo, expertos en geología advierten que la acumulación de energía en la zona de subducción entre las placas de Nazca y Sudamericana mantiene latente el riesgo de un gran terremoto. Así lo reiteró la doctora Mariana López, investigadora del Observatorio Sismológico Nacional: 'Estos movimientos son recordatorios naturales de un sistema tectónico activo; la preparación debe ser constante y no solo reactiva a eventos mayores.'
En el plano social, la percepción ciudadana es diversa y refleja una tensión entre la confianza en las instituciones y la sensación de vulnerabilidad. Mientras algunos sectores valoran las campañas educativas y las mejoras en la infraestructura antisísmica, otros cuestionan la eficacia de las políticas públicas y la capacidad real de respuesta ante un desastre mayor. Un vecino de Socaire expresó: 'Sabemos que esto puede ser peor, pero a veces parece que solo nos preparan para lo mínimo.'
Por su parte, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) ha reiterado las recomendaciones básicas para actuar ante un sismo: mantener la calma, protegerse bajo muebles firmes, y tener un plan familiar de emergencia. Estas indicaciones, aunque conocidas, no siempre se traducen en una preparación activa, según muestran estudios recientes sobre percepción del riesgo.
Políticamente, el tema ha generado debates en el Congreso, donde algunos diputados y senadores han pedido mayor inversión en sistemas de alerta temprana y en la modernización de viviendas vulnerables, mientras que otros advierten sobre la necesidad de equilibrar recursos con otras prioridades sociales.
En conclusión, el sismo del 21 de noviembre no causó daños ni víctimas, pero puso en evidencia las distintas miradas sobre la preparación sísmica en Chile. La verdad ineludible es que el país vive en una zona de alta actividad tectónica, y la historia ha mostrado que la tragedia puede golpear con fuerza. La tensión entre la ciencia, la política y la sociedad se mantiene, y la pregunta sobre si estamos realmente listos para el próximo gran terremoto sigue abierta, con consecuencias que van más allá del movimiento en sí mismo.