
Un choque de titanes en la arena tecnológica ha ido tomando forma durante los últimos meses, y sus reverberaciones ya comienzan a marcar el rumbo de la inteligencia artificial (IA) a nivel mundial. En julio de 2025, la ONU, a través de Doreen Bogdan-Martin, secretaria general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), emitió un llamado urgente para establecer un marco regulatorio global que evite daños irreparables asociados al desarrollo acelerado de la IA. Este llamado no es solo una exhortación técnica, sino una advertencia sobre las profundas consecuencias sociales, políticas y económicas que acarrea la ausencia de reglas claras.
El gobierno de Estados Unidos, bajo la administración Trump, ha impulsado un modelo de desregulación que busca liberar a las empresas de IA de restricciones estatales para acelerar su crecimiento y competitividad. Esta postura se contrapone frontalmente con los enfoques de la Unión Europea y China, que han optado por marcos regulatorios estrictos para controlar riesgos y promover una gobernanza responsable.
"Creemos que estamos en una carrera por la IA. Queremos que Estados Unidos gane esa carrera", afirmó David Sacks, principal asesor de Trump en materia de IA, revelando la lógica de competencia que guía la política estadounidense.
Por otro lado, Bogdan-Martin subraya que "los enfoques fragmentados no ayudarán a servir y llegar a todos", y que la naturaleza transfronteriza de la IA exige un diálogo global que armonice las distintas visiones.
Más allá de las disputas políticas, la falta de regulación tiene consecuencias palpables. La ONU advierte que la IA podría profundizar desigualdades si su acceso y beneficios no se distribuyen equitativamente. Actualmente, 2.600 millones de personas carecen de acceso a internet, lo que limita su contacto con tecnologías emergentes como la IA.
Además, la proliferación de deepfakes y la desinformación asociada a la IA generan un clima de desconfianza social y riesgos para la democracia. La ausencia de normas claras deja un terreno fértil para abusos y daños sociales difíciles de revertir.
- Desde la Unión Europea, se insiste en que la regulación es necesaria para proteger derechos fundamentales y garantizar un desarrollo sostenible y ético de la IA.
- China, por su parte, ha propuesto la creación de una nueva organización internacional para coordinar la gobernanza de la IA, buscando un liderazgo global que combine control estatal y desarrollo tecnológico.
- En la sociedad civil, expertos y académicos destacan la urgencia de un debate informado y plural que integre visiones diversas y evite caer en una carrera desbocada que deje atrás a los sectores más vulnerables.
Este enfrentamiento no es solo un choque de políticas, sino un dilema sobre el futuro que queremos construir con la inteligencia artificial. La ausencia de un acuerdo global consolidado mantiene abiertas las puertas a riesgos sociales profundos y a una fragmentación tecnológica que podría agravar desigualdades.
La ONU, a través de la UIT, se posiciona como un actor clave para facilitar el diálogo internacional y la estandarización tecnológica, pero enfrenta la resistencia de potencias que priorizan la competencia sobre la cooperación.
En definitiva, la historia de la regulación de la IA en 2025 se escribe en un escenario donde la tragedia podría ser la exclusión y el daño social si no se logra un equilibrio entre innovación y control. El espectador atento debe seguir este pulso global, entendiendo que las decisiones tomadas hoy definirán la convivencia tecnológica y social de las próximas décadas.
2025-11-12
2025-11-12