
Un enfrentamiento que trasciende fronteras y discursos. El 27 de julio de 2025, la candidata presidencial chilena Jeannette Jara, del Partido Comunista, lanzó una frase que no pasó inadvertida: se refirió a Javier Milei, líder ultraderechista argentino, como "esta zurda de mierda" a la que "tendrá que hablar" en caso de que Milei llegue al poder. Esta declaración, recogida por medios como El Informador Chile y El País, no solo encendió las alarmas diplomáticas sino que puso en el centro del debate la compleja relación entre dos visiones políticas antagónicas y la forma en que Chile y Argentina podrían interactuar en un escenario regional convulsionado.
Desde el inicio de la campaña presidencial, Jara se ha erigido como una figura que representa la continuidad de la izquierda chilena, con un enfoque en cambios "paulatinos y tranquilos" y una crítica al avance de la ultraderecha. "Es evidente que en los análisis que se centran en mi simpatía o en mis habilidades de carácter, se omiten aspectos más integrales como las capacidades técnicas y de gestión demostrada o las habilidades políticas", afirmó, poniendo en evidencia una lucha interna por la valoración de las mujeres en política.
Por su parte, Javier Milei, conocido por su retórica incendiaria y posiciones económicas radicales, ha sido un símbolo de la ultraderecha que crece en América Latina, cuestionando el statu quo y desafiando los modelos políticos tradicionales.
El choque no solo es entre dos personajes, sino entre dos modelos políticos y sociales. Desde la centroizquierda chilena, se reconoce la dificultad para conectar con ciertos sectores de la ciudadanía, mientras que desde la ultraderecha se promueve una narrativa de ruptura y rechazo a las élites políticas.
Jara expresó con ironía y dureza: "Aquí va a tener que hablar con esta 'zurda de mierda'", subrayando que, pese a las diferencias, la diplomacia y el diálogo serán inevitables dada la vecindad y los intereses comunes.
En contraste, sectores afines a Milei han rechazado la frase como un reflejo del desprecio que la izquierda tendría hacia sus contrincantes, reforzando la polarización y la dificultad para construir puentes.
Este episodio pone en evidencia varios hechos clave: primero, la persistente fractura ideológica que atraviesa a América Latina, donde la política se juega en términos de confrontación más que de consenso. Segundo, la relevancia de las figuras femeninas en la política chilena, que enfrentan no solo a sus adversarios, sino también a prejuicios y desvalorizaciones internas.
Finalmente, la tensión entre Jara y Milei anticipa un escenario donde la diplomacia regional deberá sortear no solo diferencias políticas, sino también estilos y discursos que pueden dificultar la cooperación en temas críticos como comercio, seguridad y cambio climático.
La frase de Jara, lejos de ser un simple exabrupto, refleja la complejidad de un momento político donde las identidades y discursos se radicalizan. La política chilena y argentina están en un punto de inflexión que obliga a repensar las maneras de diálogo y cooperación.
Mientras la ciudadanía observa expectante, el desafío será que estas figuras y sus sectores puedan transitar desde el coliseo de la confrontación hacia un espacio donde la pluralidad y la negociación sean posibles, evitando que la polarización se traduzca en aislamiento o conflictos mayores.
Este episodio es, en suma, un espejo de las tensiones que moldean hoy a América Latina, con una política que debe aprender a convivir con la diversidad sin renunciar a la búsqueda de soluciones comunes.