Hace poco más de dos meses, el Paris Saint-Germain (PSG) redefinió su historia. El 31 de mayo de 2025, en Múnich, el club parisino no solo levantó su primera UEFA Champions League, sino que lo hizo con una autoridad aplastante: un 5-0 sobre el Inter de Milán que se inscribió como la mayor goleada en una final del torneo. La imagen era potente, pero la narrativa subyacente era aún más disruptiva. El club, financiado por Qatar y obsesionado durante una década con la gloria europea a través de fichajes astronómicos, finalmente la alcanzó justo en la temporada en que se desprendió de su última y más preciada superestrella, Kylian Mbappé. La paradoja estaba servida: el éxito supremo llegó no con la acumulación de talento, sino con su aparente sustracción.
La salida de Mbappé al Real Madrid, precedida por las de Lionel Messi y Neymar Jr., marcó el fin simbólico del proyecto "galáctico" del PSG. Lo que para muchos analistas auguraba un período de reconstrucción y mediocridad, para el técnico Luis Enrique fue una oportunidad. En declaraciones que hoy resuenan proféticas, el estratega español afirmó que la partida del astro francés le permitiría, por fin, controlar “todas” las situaciones de juego, sin la anarquía táctica que implicaba una figura de tal magnitud.
El resultado fue un equipo reconfigurado en torno a la presión, la posesión y una polifuncionalidad ofensiva letal. Figuras como Khvicha Kvaratskhelia, Désiré Doué y el joven Senny Mayulu, junto a veteranos como Achraf Hakimi, encarnaron un sistema donde el colectivo primaba sobre el individuo. Esta nueva identidad se consolidó no solo en la final de la Champions, sino también en su dominante paso por el Mundial de Clubes, donde despacharon con un contundente 4-0 al Inter de Miami de Messi, en un partido cargado de simbolismo.
La celebración en París fue un reflejo de esta compleja dualidad. La euforia desbordada por un título históricamente anhelado se mezcló con el caos: más de 550 detenidos, dos fallecidos y cientos de heridos tiñeron de luto una fiesta que evidenció las tensiones sociales latentes en la capital francesa. La victoria de un club-estado se convirtió también en un catalizador de descontento.
Mientras tanto, la figura de Kylian Mbappé transitaba por su propio laberinto. Tras un mensaje de felicitación a su exequipo, que muchos interpretaron con una mezcla de elegancia y amarga ironía, la relación se fracturó por completo. A fines de junio, el delantero interpuso una denuncia formal contra el PSG por acoso moral y tentativa de extorsión, acusando al club de haberlo apartado del primer equipo en 2023 para forzar su renovación. A esto se sumó una reclamación de casi 65 millones de dólares por salarios y primas impagas. La historia del ídolo que se fue para buscar la gloria que su club no podía darle, se transformó en la de un empleado en litigio contra su antiguo empleador. El conflicto, lejos de ser una simple anécdota, expone las prácticas contractuales y las relaciones de poder en la élite del fútbol, un tema que el sindicato de futbolistas franceses ya había denunciado como "lofting": marginar jugadores para presionar su salida.
El triunfo del PSG no es un hecho aislado, sino la culminación de un giro estratégico que cuestiona el modelo de negocio y deportivo que dominó el fútbol en las últimas dos décadas. ¿Es más rentable y efectivo construir un equipo que fichar una constelación de estrellas? La respuesta del PSG de Luis Enrique parece ser un rotundo sí. Sin embargo, la historia no está cerrada. El club parisino se ha consolidado como una potencia europea, pero la batalla legal con Mbappé sigue su curso, amenazando con revelar las sombras de una gestión que, hasta ahora, solo muestra su cara más brillante en el marcador.
El debate, por tanto, sigue abierto y es más profundo que un simple resultado deportivo. Se trata de una reflexión sobre la naturaleza del éxito, el valor del individuo frente al colectivo y las complejas intersecciones entre el deporte, el dinero y las tensiones sociales. El PSG post-Mbappé no es solo un campeón; es un caso de estudio.