
El pulso bursátil chileno de los últimos días ha mostrado una montaña rusa de emociones, donde SQM se erige como protagonista central de un drama que va más allá de las cifras y toca las fibras del mercado global.
El 17 de noviembre, tras las elecciones presidenciales y legislativas, la Bolsa de Santiago vivió un auge notable, con el IPSA disparándose más de un 3%, impulsado en gran parte por las acciones de SQM-B que treparon un 11,7%. Este fenómeno, según expertos consultados, reflejaba no solo un optimismo político sino también la expectativa de un escenario más favorable para la actividad empresarial y la inversión.
Sin embargo, la euforia fue efímera. Para el 19 de noviembre, la bolsa había moderado su avance, con el IPSA subiendo apenas un 0,6%, aunque SQM aún lideraba las ganancias con un 4,1%. Esta pausa respondía a la cautela de los inversionistas frente a la inminente publicación de resultados de Nvidia y la espera del informe de nóminas no agrícolas en Estados Unidos, indicadores clave para la economía global.
La tensión se profundizó el 21 de noviembre, cuando la Bolsa chilena volvió a caer, con el IPSA retrocediendo un 0,8%, arrastrado por una caída del 5,6% en las acciones de SQM-B. Este retroceso coincidió con la jornada más turbulenta de Wall Street desde abril, marcada por temores a una burbuja financiera en torno a la inteligencia artificial.
"El mercado teme que el nivel de expectativa con el que se ha invertido en Inteligencia Artificial (IA) no tenga asidero en la realidad", explicaba un analista de mercado. Este nerviosismo global afectó no solo a Estados Unidos y Europa, donde los principales índices bursátiles sufrieron pérdidas significativas, sino también a los mercados emergentes, entre ellos Chile.
Desde una perspectiva política, el repunte inicial de la bolsa tras las elecciones fue interpretado como un respaldo a la oposición de derecha y su candidato José Antonio Kast, cuya posible llegada a La Moneda es vista por algunos sectores como un factor de estabilidad para los negocios. No obstante, voces desde la centroizquierda y movimientos sociales advirtieron que la volatilidad financiera refleja incertidumbres estructurales que no se resolverán con un cambio de mando.
En el plano regional, el impacto de SQM y la minería del litio se mantienen como ejes fundamentales para la economía chilena, pero su dependencia de la dinámica global, especialmente de la demanda asiática y las innovaciones tecnológicas, genera una tensión constante entre oportunidades y riesgos.
Un economista consultado señaló: "El repunte de SQM responde a un crecimiento histórico en la venta de litio y derivados, pero la fragilidad del mercado global, especialmente en el sector tecnológico, puede revertir rápidamente estos avances".
Finalmente, tras este vaivén, se constata que la bolsa chilena está atrapada en una encrucijada donde el optimismo por recursos estratégicos como el litio choca con la ansiedad global por la sostenibilidad de la revolución tecnológica y las políticas monetarias internacionales.
Este episodio revela una verdad ineludible: la economía chilena, aun con sus fortalezas locales, no está exenta de las turbulencias globales y debe prepararse para navegar en aguas inciertas. La lección para inversionistas y ciudadanos es clara: la comprensión profunda de estos contextos es clave para no sucumbir a la ansiedad que genera la volatilidad y para tomar decisiones informadas en un mundo interconectado y complejo.