
El brillo de la corona de Miss Universo 2025 quedó opacado por un escándalo que pocos anticiparon. El pasado 20 de noviembre, Fátima Bosch, representante de México, fue coronada en el evento celebrado en El Salvador, mientras la chilena Inna Moll alcanzó un destacado lugar dentro del top 12. Sin embargo, la celebración no pudo ocultar las sombras que se gestaron días antes, cuando tres miembros del jurado decidieron renunciar repentinamente, acusando una supuesta manipulación de los resultados.
Omar Harfouch, compositor franco-libanés y uno de los jueces originales, fue la voz más crítica. "Me engañaron y me utilizaron públicamente para dar credibilidad a un proceso electoral que ya estaba comprometido", afirmó en un video difundido en sus redes sociales, denunciando una votación secreta y arreglada con personas externas al jurado oficial para preseleccionar a las candidatas.
Además, Harfouch apuntó a un presunto conflicto de intereses: "Hay un miembro no oficial que habría intervenido en los resultados y que mantiene una relación sentimental con una participante". Incluso llegó a calificar a la ganadora como una 'falsa', sugiriendo vínculos comerciales entre el dueño del certamen y la familia de Fátima Bosch.
Por su parte, el exfutbolista francés Claude Makélélé y la princesa Camilla di Borbone, presidenta del comité de selección, también renunciaron, aunque sus razones fueron más reservadas, limitándose a mencionar motivos personales.
La organización del Miss Universo, en tanto, salió al paso con una defensa categórica. Emitieron un comunicado negando rotundamente las acusaciones, aclarando que el llamado "grupo no oficial" corresponde a un comité independiente vinculado a una iniciativa social y que no interviene en la competencia. Recalcaron que "todas las evaluaciones continúan siguiendo los protocolos establecidos, transparentes y supervisados" y advirtieron que tomarán acciones legales si Harfouch utiliza la marca Miss Universo sin autorización.
Este enfrentamiento entre jurados y organización pone en evidencia las tensiones que atraviesan hoy los certámenes de belleza, donde la imagen pública y la credibilidad se juegan en un escenario globalizado y mediático.
Desde una mirada política y social, algunos sectores interpretan estas denuncias como una expresión de desconfianza hacia instituciones que, tradicionalmente, han sido percibidas como opacas o manipuladas, mientras otros advierten que se podría tratar de una estrategia para ganar notoriedad personal o desacreditar a competidores.
En Chile, la figura de Inna Moll despertó una ola de apoyo popular y críticas simultáneas, reflejando las divisiones en torno a la valoración del certamen y la representación nacional en plataformas internacionales. Emilia Dides, exMiss Chile, expresó solidaridad con Moll y calificó su eliminación como una "injusticia", lo que añade una capa emocional a la controversia.
¿Qué queda claro tras esta tormenta? Que la transparencia y la confianza en procesos públicos, incluso en ámbitos como los concursos de belleza, son frágiles y susceptibles a cuestionamientos profundos. La disputa no solo afecta la imagen del certamen, sino que también pone en jaque la percepción pública sobre la legitimidad de sus resultados.
En definitiva, la corona de Miss Universo 2025 no solo simboliza un título de belleza, sino que se ha convertido en un epicentro donde convergen intereses personales, comerciales y sociales, dejando a la opinión pública como testigo y juez de una disputa que va más allá del glamour y el espectáculo.
2025-11-08