
El pulso de Chile con la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un escenario de tensiones y desafíos que van más allá de la tecnología misma. Desde mediados de 2025, el país ha visto cómo la discusión sobre la regulación de la IA se ha instalado con fuerza en la agenda pública y legislativa. En el centro del debate, la reciente aprobación en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados del proyecto de ley que busca normar esta tecnología ha abierto una caja de Pandora donde convergen intereses políticos, económicos y sociales.
Para sectores empresariales y tecnológicos, la IA representa la llave para posicionar a Chile como un hub digital en la región. Paula Estévez, gerente general de AmCham Chile, enfatiza que “la IA puede ser uno de los motores de transformación siempre que construyamos un marco regulatorio que facilite la innovación; no que la inhiba”. Esta visión sostiene que un enfoque basado en principios y autorregulación, similar al modelo estadounidense, podría atraer inversiones, fomentar talento y consolidar una industria tecnológica de alto valor estratégico.
Sin embargo, la propuesta legislativa ha sido criticada por sectores de la academia y la sociedad civil que temen una sobrerregulación que limite el desarrollo y uso legítimo de la IA. Para ellos, la regulación excesiva podría convertir a Chile en un “laboratorio de trabas legales”, frenando la competitividad y la innovación.
El impacto de la IA no se limita a la economía; también ha transformado profundamente el ejercicio profesional, especialmente en el ámbito jurídico. Un panel de expertos reunido en octubre analizó cómo las gerencias legales y estudios jurídicos han comenzado a integrar IA en sus procesos. Marco Aravena, gerente legal senior de Mercado Pago, comenta que la IA está asumiendo tareas rutinarias, liberando a los abogados para centrarse en el pensamiento crítico y el valor estratégico.
María Jesús Ibáñez, directora de Innovación y Tecnología en un estudio de abogados, destaca que las herramientas de IA actúan como extensiones de los profesionales, potenciando la capacidad analítica y creativa. Sin embargo, todos coinciden en que la confianza y el criterio humano siguen siendo insustituibles, especialmente en profesiones donde la relación personal y la ética son fundamentales.
El debate regulatorio no solo enfrenta posiciones técnicas, sino que refleja una disonancia cognitiva constructiva entre quienes priorizan la seguridad y protección de derechos, y quienes apuestan por la flexibilidad y el dinamismo de la industria tecnológica. Mientras la Cámara de Diputados avanza en la discusión, el Senado se prepara para profundizar el análisis sobre el alcance y los límites de la regulación.
Desde el punto de vista social, surgen preocupaciones sobre la privacidad, el sesgo algorítmico y la equidad en el acceso a estas tecnologías. En paralelo, la economía chilena observa con atención cómo la IA podría modificar mercados laborales, productividad y competitividad en un contexto global cada vez más digitalizado.
Es un hecho que la IA ha dejado de ser un horizonte lejano para convertirse en una realidad tangible que redefine sectores y profesiones. La regulación que Chile adopte en este momento crucial determinará no solo su posición en la economía digital, sino también la calidad de la relación entre tecnología, derechos y sociedad.
La tensión entre promover la innovación y proteger a los ciudadanos es legítima y necesaria. No obstante, la sobrerregulación podría erosionar oportunidades estratégicas, mientras que la autorregulación sin controles claros podría dejar vulnerabilidades éticas y sociales sin atender.
En definitiva, Chile se encuentra en un punto de inflexión donde la colaboración multisectorial, el diálogo informado y la apertura a la disidencia serán claves para construir un marco normativo que impulse un desarrollo tecnológico responsable y equitativo.
El espectador de esta tragedia y oportunidad conjunta es la ciudadanía, que debe asumir un rol activo y crítico para que el futuro digital no sea una ilusión para unos pocos, sino una realidad compartida y justa para todos.