
Un crimen para infundir miedo. Así definió el ministro del Interior francés el asesinato a balazos a plena luz del día del hermano de un activista antidrogas en Marsella el 13 de noviembre. Un suceso que no solo conmocionó a la ciudad portuaria mediterránea, sino que agitó las alarmas a nivel nacional, llevando al Gobierno a declarar que el narcotráfico es una amenaza tan grave como el terrorismo.
Marsella, segunda ciudad de Francia, se ha convertido en un escenario de batalla donde las mafias del narcotráfico ejercen un poder que el Estado reconoce como una guerra abierta. El despliegue de seguridad se ha ampliado y la justicia ha reforzado su aparato con más jueces y fiscales especializados. “Hay 2.000 personas vinculadas a la mafia de Marsella acusadas formalmente y 900 en prisión preventiva”, recordó Gérard Darmanin, ministro del Interior, subrayando la magnitud del fenómeno.
Pero la tragedia no es solo policial. La muerte de Mehdi Kessaci, de 20 años, ha puesto en evidencia una fractura social profunda. El presidente Emmanuel Macron no dudó en señalar a un sector de la clase media urbana como responsable indirecto, al financiar el narcotráfico con su consumo de drogas. “No podemos lamentar las muertes y, al mismo tiempo, seguir consumiendo drogas”, afirmó, convocando a una política de prevención y sensibilización que abarque desde lo local hasta lo internacional.
Mientras tanto, en Marsella, el alcalde Benoît Payan alerta sobre la escasez de policías, un déficit que, a su juicio, alimenta la violencia creciente. La ciudadanía, por su parte, se organiza para manifestar su rechazo a esta realidad con marchas y minutos de silencio, como el convocado para homenajear a Mehdi.
Desde una perspectiva más amplia, el escritor napolitano Roberto Saviano, autor de "Gomorra", advierte que Francia ha ignorado este problema durante tres décadas, lo que ha permitido que el narcotráfico se consolide como una fuerza global. “El capitalismo criminal es una de las fuerzas más poderosas del mundo”, sostiene, invitando a comprender esta lucha como un desafío que trasciende fronteras.
Este enfrentamiento pone en evidencia varios ejes de tensión:
- La dimensión política, donde el Estado intenta recuperar el control y legitimar su autoridad frente a un enemigo que actúa como un poder paralelo.
- La fractura social, que pone en el centro el debate sobre la responsabilidad colectiva, el consumo y las condiciones que permiten la proliferación del narcotráfico.
- La realidad local de Marsella, donde la violencia y la inseguridad se viven cotidianamente, y donde la respuesta estatal aún se percibe insuficiente.
En definitiva, Francia enfrenta una crisis compleja que combina violencia, economía ilegal y desafíos sociales. La declaración oficial que equipara el narcotráfico al terrorismo no es solo un cambio semántico, sino un reconocimiento de la gravedad y urgencia del problema.
Las consecuencias de esta declaración ya se sienten en la política francesa y en la sociedad: la lucha contra el narcotráfico se ha convertido en una prioridad que demanda recursos, coordinación interinstitucional y, sobre todo, un debate honesto sobre las raíces del problema, incluyendo la demanda que alimenta este mercado.
Así, el escenario está planteado. La batalla es larga y difícil, y sus protagonistas –desde el Estado hasta las comunidades afectadas– se encuentran en un coliseo donde cada movimiento puede definir el futuro de Francia frente a una amenaza que, por años, fue subestimada y ahora reclama toda la atención.
Fuentes: Cooperativa.cl, Le Parisien, declaraciones oficiales del Ministerio del Interior y entrevistas a Roberto Saviano.