
Una ciudad al límite: Santiago frente a la ola de calor más intensa de la última década
Desde el viernes 21 de noviembre, Santiago ha experimentado temperaturas que superan los 33 grados Celsius, con picos que alcanzaron los 37 grados en algunas zonas de la Región Metropolitana. Este fenómeno climático, que se extiende hacia la zona centro-sur del país, ha puesto en jaque no solo a los habitantes, sino también a las autoridades y sectores productivos.
El meteorólogo Alejandro Sepúlveda advirtió sobre un fin de semana con temperaturas extremas, incluyendo alertas para las regiones de Ñuble y Maule, y un desplazamiento del calor hacia el sur para el domingo. Sin embargo, el análisis de este episodio va más allá de la simple medición térmica.
Desde el gobierno, se ha enfatizado en la necesidad de fortalecer los sistemas de alerta temprana y mejorar la infraestructura urbana para enfrentar estos episodios, atribuyéndolos al cambio climático global y a la vulnerabilidad creciente de las ciudades.
“Estas olas de calor son una llamada de atención para acelerar nuestras políticas de adaptación y mitigación,” señaló un representante del Ministerio del Medio Ambiente.
Por otro lado, sectores políticos de oposición critican la falta de inversión previa y la escasa planificación urbana que agrava el impacto del calor en barrios populares y zonas más vulnerables.
“No basta con alertas; se requieren acciones concretas para proteger a quienes más sufren estas condiciones, como adultos mayores y trabajadores informales,” afirmó un diputado de oposición.
Para la ciudadanía, el calor extremo ha significado un aumento en problemas de salud, como golpes de calor y deshidratación, especialmente en sectores con acceso limitado a servicios básicos.
El sistema de salud público ha reportado un incremento del 20% en consultas relacionadas con patologías vinculadas al calor durante estos días.
En el ámbito económico, la ola de calor afecta la productividad, con jornadas laborales acortadas en sectores como la construcción y la agricultura, además de un aumento en el consumo energético para refrigeración, tensionando la red eléctrica.
La discusión sobre la responsabilidad y las soluciones pone en evidencia las fracturas sociales y políticas que atraviesan la capital y el país. Mientras algunos sectores llaman a la acción urgente y coordinada, otros advierten sobre la necesidad de un debate más profundo sobre el modelo de desarrollo urbano y sus límites.
La persistencia de eventos climáticos extremos, como esta ola de calor, confirma tendencias que expertos vinculan directamente con el cambio climático y la degradación ambiental acelerada.
Este episodio deja en claro que el calor extremo no es solo un desafío meteorológico, sino una prueba de la capacidad de adaptación social, política y económica de Santiago y Chile. La tensión entre respuestas inmediatas y soluciones estructurales sigue latente, y las voces en conflicto reflejan las distintas prioridades y realidades de una sociedad compleja.
La ola de calor es un espejo donde se reflejan las desigualdades, la fragilidad de las infraestructuras y la urgencia de repensar el futuro urbano frente a un clima cada vez más hostil.