
Un encuentro que desató sospechas
En 1995, María Farmer, una joven artista y exempleada de Jeffrey Epstein, relató un episodio que marcaría años de controversias: un encuentro con Donald Trump en las oficinas de Epstein en Manhattan, donde, según su testimonio, Trump la observó de manera incómoda hasta que Epstein intervino. Este episodio, revelado públicamente años después, no solo añade una pieza al complejo rompecabezas del círculo íntimo de Epstein, sino que también pone en evidencia la naturaleza fragmentaria y opaca de las investigaciones sobre estas redes.
“No, no. Ella no está aquí para vos”, dijo Epstein a Trump, según Farmer. Este detalle, que podría parecer anecdótico, cobra relevancia al contrastarse con la persistente ausencia de acciones concretas por parte de las autoridades para indagar más a fondo la relación entre Trump y Epstein.
Denuncias tempranas y respuestas oficiales
María Farmer denunció ante la policía de Nueva York en 1996 y luego ante el FBI en 2006 abusos cometidos por Epstein y Ghislaine Maxwell, además de alertar sobre la posible implicancia de personas cercanas al financista, incluyendo a Trump. Sin embargo, los registros oficiales disponibles no muestran que estas alertas hayan motivado una investigación profunda sobre Trump, ni que se hayan revelado detalles sustanciales en los procesos judiciales.
“Durante mucho tiempo me he preguntado qué hicieron las autoridades con mis denuncias sobre Trump”, afirmó Farmer en entrevistas recientes. La fiscal general Pam Bondi, tras prometer transparencia, se retractó en julio de 2025, asegurando que no había indicios para nuevas acusaciones, lo que generó críticas y sospechas sobre posibles encubrimientos.
Perspectivas encontradas: política, justicia y opinión pública
Desde el ala política conservadora estadounidense, se ha defendido a Trump señalando que nunca fue objeto formal de investigación ni acusado, y que rompió vínculos con Epstein hace más de dos décadas. La Casa Blanca reiteró que Trump “lo expulsó de su club por ser un canalla” y negó que el expresidente haya estado en las oficinas de Epstein.
En contraste, voces desde el activismo y sectores críticos apuntan a que la conexión Trump-Epstein es un ejemplo de cómo el poder y la influencia pueden proteger a figuras públicas de un escrutinio riguroso. La historia de Farmer se ha convertido en un símbolo de las dificultades para que las víctimas y denunciantes sean escuchados y para que se investiguen a fondo las redes de abuso.
Contexto histórico y consecuencias visibles
Las investigaciones sobre Epstein han destapado un entramado de abusos sexuales y tráfico de menores que involucra a múltiples figuras poderosas. La muerte de Epstein en prisión en 2019 dejó muchas preguntas sin responder y archivos sin desclasificar.
La revelación de testimonios como el de Farmer aporta luz sobre la complejidad y limitaciones de la justicia estadounidense frente a casos que involucran elites económicas y políticas. También evidencia cómo la narrativa pública puede ser moldeada por intereses y estrategias comunicacionales.
Conclusiones y desafíos pendientes
Lo que emerge con claridad es que, a pesar de denuncias tempranas y testimonios directos, la relación entre Donald Trump y Jeffrey Epstein permanece en una zona gris, marcada por la ausencia de investigaciones concluyentes y la persistencia de dudas.
Este caso invita a reflexionar sobre la necesidad de fortalecer mecanismos de transparencia, protección a denunciantes y autonomía judicial, especialmente cuando se trata de figuras con alto poder político y económico.
El relato de María Farmer, más allá de su veracidad absoluta, cumple un rol crucial: desafiar la complacencia institucional y recordar que la justicia debe ser imparcial, incluso cuando los protagonistas son los más poderosos.
Fuentes: LA NACION (2025), The New York Times, declaraciones públicas de María Farmer y comunicados oficiales de la Casa Blanca.