
El 21 de julio de 2025 marcó un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico en Ecuador. José Adolfo Macías, conocido como ‘Fito’, líder de la temida organización Los Choneros, fue extraditado a Estados Unidos tras apenas 25 días de prisión en La Roca, Guayaquil. Este hecho, sin precedentes en la historia reciente del país andino, no solo sacudió el tablero criminal, sino que también desató un debate político y social con múltiples aristas.
‘Fito’ fue capturado el 25 de junio de 2025 en un bunker cercano a la costa de Manabí, una región convertida en santuario y campo de batalla para narcotraficantes. Su rápida entrega a la justicia estadounidense se selló con la firma de un consentimiento voluntario, una estrategia para evitar ser asesinado por enemigos internos. La aprobación final llegó con el aval del presidente Daniel Noboa y la Corte Nacional de Justicia, tras recibir garantías de que no sería sometido a tratos inhumanos ni a penas extremas prohibidas por la legislación ecuatoriana.
Desde el Gobierno, la extradición se presenta como un triunfo en la lucha contra la impunidad y la corrupción que han permeado el sistema penitenciario y político. 'La entrega de ‘Fito’ demuestra la voluntad de Ecuador por romper con la sombra del narcotráfico y la violencia asociada,' declaró un alto funcionario del Ejecutivo.
Sin embargo, sectores críticos advierten que esta medida puede ser un parche que no aborda las raíces profundas del problema. 'Extraditar a un capo no desmantela las redes ni las complicidades internas que permiten que estas organizaciones prosperen,' argumentó un analista de seguridad regional.
En la sociedad civil, la reacción es ambivalente: hay alivio por la reducción momentánea de la violencia, pero también temor por las represalias y el vacío de poder que podría generar la ausencia de ‘Fito’.
‘Fito’ enfrenta siete cargos en una corte federal de Brooklyn, Nueva York, con una posible condena de hasta 50 años. Su proceso judicial es observado con atención no solo en Ecuador, sino en toda América Latina, por la expectativa de que su testimonio revele vínculos entre el narcotráfico, el Estado y otras mafias transnacionales.
Expertos en criminalidad organizada destacan que el líder de Los Choneros pertenece a una generación que aún mantiene códigos “artesanales”, lo que podría facilitar la desarticulación de redes y la identificación de actores clave.
La extradición de ‘Fito’ representa una ruptura en la política criminal ecuatoriana, mostrando una apuesta por la cooperación internacional y la judicialización como herramientas centrales. Sin embargo, la medida también expone la fragilidad del sistema penitenciario y la persistencia de la violencia asociada al narcotráfico.
Queda claro que la salida de un capo no equivale a la erradicación del fenómeno. La lucha debe profundizar en reformas estructurales, fortalecimiento institucional y políticas sociales que ataquen las causas que alimentan estas organizaciones.
El juicio en Estados Unidos, por su parte, podría ser la ventana para entender las complejas relaciones que han tejido el narcotráfico en Ecuador y la región, pero también un espejo donde se reflejan los límites y desafíos de la justicia internacional.
En definitiva, la historia de ‘Fito’ no termina en una extradición; es el inicio de un capítulo que obliga a Ecuador y a sus vecinos a confrontar las sombras que han permitido que el crimen organizado eche raíces profundas.