
Óscar Landerretche, economista y ex presidente del directorio de Codelco, confirmó en julio de 2025 que anularía su voto en la primera vuelta presidencial y que no apoyaría a Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista (PC). Su decisión, lejos de ser un gesto aislado, desnuda una tensión latente y creciente dentro de la izquierda chilena, donde el debate sobre la democracia y la estrategia económica se ha convertido en un campo de batalla público y simbólico.
Landerretche plantea una crítica frontal al PC: "El Partido Comunista busca superar la democracia liberal, aunque juegue dentro de sus reglas". Para él, esta contradicción no es menor. Mientras que el PC participa en las instituciones democráticas actuales, su visión estratégica apunta a reemplazarlas por un modelo distinto, que él considera incompatible con el sistema democrático vigente en Chile.
Esta mirada no solo es una interpretación personal, sino que ha sido compartida por sectores críticos al comunismo desde distintas vertientes políticas. Para el PC, en cambio, la democracia liberal es vista como insuficiente para resolver las desigualdades estructurales del país, y su proyecto político aspira a una transformación más profunda, que algunos interpretan como un cuestionamiento al sistema actual.
Desde la perspectiva del Frente Amplio, aliado del PC en el gobierno, este debate ha generado fricciones internas. Mientras algunos defienden una democracia pluralista y progresista, otros ven en la postura comunista un riesgo de radicalización que podría afectar la estabilidad política.
Más allá de la democracia, el economista enfatiza un desacuerdo sustancial en materia económica. "El PC está en desacuerdo con las propuestas para reactivar la economía basadas en el protagonismo del sector privado", explicó Landerretche. Su propuesta, conocida como el "big push", apuesta por un fuerte impulso estatal en obras públicas y vivienda, pero con el sector privado como motor central para la prosperidad.
El PC, por su parte, ha promovido una agenda más intervencionista y crítica del modelo neoliberal, con énfasis en la redistribución y la regulación estatal como herramientas para corregir desigualdades. Este choque refleja un debate más amplio sobre el rumbo económico que Chile debe tomar en un contexto global complejo y competitivo.
La decisión de Landerretche ha generado reacciones encontradas. Algunos sectores de izquierda lo acusan de pragmatismo excesivo o de renegar de principios fundamentales. Otros valoran su llamado a la realpolitik y a la búsqueda de consensos mínimos para gobernar.
En regiones, donde la economía local depende en gran medida de la minería y el comercio, la incertidumbre sobre las propuestas económicas ha generado inquietud. Ciudadanos consultados expresan una mezcla de escepticismo y cansancio ante la polarización política.
La anulación de un voto como el de Landerretche no solo es un acto individual, sino un síntoma de las fracturas internas que atraviesan a la izquierda chilena en 2025. La tensión entre una visión estratégica que busca superar el sistema democrático y la necesidad de operar dentro de sus reglas crea un escenario político inestable.
En materia económica, la divergencia entre un enfoque estatalista pero pragmático y uno más crítico y transformador al modelo neoliberal revela un país en búsqueda de un equilibrio difícil de alcanzar.
El desafío para la izquierda y el oficialismo en su conjunto será, entonces, cómo gestionar estas diferencias para construir un proyecto común que responda a las demandas sociales sin fracturar la gobernabilidad.
La ciudadanía, expectante, observa este choque de visiones, consciente de que el resultado electoral y las políticas que emerjan definirán el rumbo del país en los próximos años.