
En un escenario político ya de por sí convulsionado, la disputa pública entre Evelyn Matthei, Jeannette Jara y José Antonio Kast ha dejado al descubierto una fractura profunda dentro de la derecha chilena, poniendo en cuestión no solo las estrategias electorales, sino también los límites éticos de la comunicación política.
El origen de esta controversia se remonta a mediados de julio de 2025, cuando Matthei denunció una campaña sucia dirigida desde cuentas vinculadas al Partido Republicano, que difundían videos manipulados para sugerir que ella padecía Alzheimer. Un ataque que, según la investigación citada por Matthei y publicada por El Mostrador, involucró a un núcleo de 70 cuentas digitales activas en una estrategia sistemática de desinformación.
La reacción no se hizo esperar. José Antonio Kast negó tajantemente la autoría de estos ataques, afirmando que “nosotros no hacemos campañas de ese tipo” y que sus adversarios políticos reales son quienes representan al gobierno actual, no figuras como Matthei o Johannes Kaiser. Sin embargo, la intervención de Jeannette Jara, candidata oficialista, escaló la tensión al cuestionar si el Partido Republicano aplicaría esas mismas tácticas contra sus adversarios políticos, a lo que Kast respondió con un mensaje directo y duro contra Jara, evidenciando la polarización y el cruce de reproches entre bloques opuestos.
Este episodio muestra tres perspectivas claras y contrapuestas:
- Desde la derecha tradicional (Chile Vamos), representada por Matthei, la denuncia apunta a una estrategia de desestabilización interna que pone en riesgo la cohesión del bloque y la legitimidad del proceso electoral.
- Desde el Partido Republicano, la defensa se centra en deslindar responsabilidades y en recalcar que su verdadero adversario está en el oficialismo, negando cualquier vínculo con campañas sucias y desinformación.
- Desde la oposición oficialista, la polémica se utiliza para criticar la ética y el discurso de la derecha, planteando que estas prácticas reflejan una crisis moral en la política chilena.
Más allá del intercambio de acusaciones, lo que emerge con claridad es el impacto que estas disputas tienen en la percepción ciudadana y en la calidad del debate público. La polarización se intensifica, pero también crecen las demandas por campañas más limpias y transparentes. Como señaló Matthei en su mensaje final, “Chile necesita más unidad y menos división”, una frase que resuena con fuerza en medio de un clima electoral marcado por la desconfianza y el desgaste político.
Las consecuencias de esta crisis interna en la derecha chilena son palpables: la fragmentación del bloque oficialista puede debilitar su capacidad de competir eficazmente en las urnas, mientras que la oposición observa con atención y aprovecha la oportunidad para fortalecer su narrativa de cambio y renovación.
En definitiva, esta historia revela que en la arena política chilena no solo se juegan candidaturas, sino también la legitimidad y el respeto por las reglas del juego democrático. La campaña sucia denunciada y las respuestas encontradas evidencian que la batalla por el poder puede llevar a extremos que ponen en riesgo la confianza pública y la convivencia política.
Por ahora, queda en manos de los actores políticos y de la ciudadanía reflexionar sobre los costos de estas prácticas y la urgencia de recuperar un debate más constructivo y ético para el futuro del país.