
El pasado 18 de julio de 2025, Jeannette Jara, flamante ganadora de la primaria oficialista, se reunió con la expresidenta Michelle Bachelet en su residencia de La Reina. Este encuentro, largamente esperado y cuidadosamente preparado, no sólo fue un gesto protocolar, sino un episodio cargado de significado para la centroizquierda chilena y el escenario político que se despliega hacia las elecciones nacionales.
La reunión duró aproximadamente una hora y fue registrada por fotografías y un video que Jara compartió en sus redes sociales, donde destacó el valor histórico y humano del diálogo con una de las figuras más influyentes del país. "Tuve el honor de compartir con la expresidenta Michelle Bachelet, una mujer que ha marcado la historia de Chile con su liderazgo, convicciones y compromiso con la justicia social", afirmó Jara, subrayando la importancia de continuar la senda de derechos sociales y justicia que Bachelet simboliza.
Desde el oficialismo, el encuentro fue interpretado como un respaldo moral a Jara, un intento de cohesionar a la centroizquierda tras una primaria competitiva. Sin embargo, la expresidenta no emitió un apoyo explícito a la candidatura, manteniendo una postura prudente que refleja tanto su legado como las tensiones internas del bloque.
Por otro lado, sectores críticos dentro del mismo espectro político han cuestionado la relevancia de este tipo de encuentros, argumentando que el país demanda propuestas concretas y renovadas, más que símbolos y gestos de continuidad. Algunos analistas señalan que la reunión podría ser vista como un intento de Jara por sumar legitimidad y capital político, pero advierten que ello no garantiza un triunfo electoral ni una gobernabilidad sin desafíos.
En regiones, la figura de Bachelet sigue siendo polarizadora. Mientras que en el centro y sur del país su imagen se asocia con avances en derechos sociales y políticas de inclusión, en sectores más conservadores se la vincula a un modelo de gestión cuestionado por su impacto en la economía y seguridad.
Para las organizaciones sociales y movimientos feministas, la reunión representa una reafirmación del compromiso con la equidad de género y los derechos sociales, aunque también genera expectativas sobre la capacidad de Jara para traducir esos valores en políticas efectivas.
Este encuentro, más allá de su valor simbólico, marca un punto de inflexión en la narrativa política de la centroizquierda chilena. La figura de Bachelet funciona como un puente entre el pasado y el presente, pero también como un espejo que refleja las tensiones y desafíos que enfrenta Jara y su proyecto político.
La reunión evidencia que, aunque la historia y el legado son capital político, el futuro de la centroizquierda dependerá de su capacidad para generar consensos amplios y responder a las demandas sociales actuales con propuestas claras y efectivas.
Finalmente, esta cita deja en evidencia la complejidad del escenario electoral chileno, donde las alianzas simbólicas pueden abrir caminos, pero no garantizan victorias ni estabilidad política. La ciudadanía, expectante, observa cómo se desplegará esta trama política que aún está en construcción.