
En medio de un 2025 convulsionado por la incertidumbre global, los bonos catástrofe han emergido como un activo financiero singular: desconectados de la política monetaria y la inflación, ofrecen retornos que superan el 5% anual y atraen a inversores en busca de refugio.
Desde enero hasta agosto, las emisiones de bonos catástrofe alcanzaron los 18.400 millones de dólares, superando el récord de 2024 y proyectándose a 20.000 millones para fin de año, según Moody’s. Este crecimiento refleja la creciente demanda de aseguradoras y reaseguradoras por cubrir pérdidas derivadas de fenómenos naturales cada vez más devastadores. Leonardo Fernández, director general para Iberia de Schroders, explica que “los retornos de los cat bonds dependen principalmente de la incidencia de desastres naturales y de cómo las aseguradoras valoran la cobertura frente a esos riesgos”.
El atractivo de estos bonos radica en su baja correlación con los mercados tradicionales. El índice global elaborado por Swiss Re muestra una rentabilidad del 7% en 2025, mientras que el rendimiento promedio de los bonos catástrofe oscila entre el 5% y 7%, según Diaphanum. La diversificación que ofrecen es valorada especialmente en momentos de alta volatilidad, cuando otros activos sufren fuertes fluctuaciones.
Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. La creciente complejidad de los riesgos asociados a fenómenos naturales y la dificultad para modelar pérdidas futuras ponen a prueba la resiliencia del mercado. Miguel Ángel García, director de inversiones de Diaphanum, advierte que “los fenómenos naturales están desafiando los modelos de estimación de pérdidas”.
Además, la regulación europea se ha convertido en un foco de atención. La Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) emitió en junio una recomendación para excluir los bonos catástrofe de los fondos UCIT, destinados a proteger a inversores minoristas, argumentando su complejidad y falta de liquidez. La Comisión Europea debe decidir si adopta esta medida, lo que podría limitar el acceso y modificar la estructura del mercado.
Actualmente, estos bonos permiten solo tres salidas al mes y no cuentan con liquidez diaria, condiciones que complican su inclusión en vehículos de inversión tradicionales. En paralelo, el sector enfrenta la presión de fenómenos naturales impredecibles y pérdidas aseguradas que en 2024 superaron los 145.000 millones de dólares, según Standard & Poor's, manteniéndose en niveles elevados para 2025.
Desde la perspectiva de los inversores, esta dualidad genera disonancia cognitiva. Por un lado, la rentabilidad y la diversificación son indudables; por otro, la exposición a riesgos crecientes y cambios regulatorios genera incertidumbre. En palabras de Fernández, “es un activo que puede proteger frente a la volatilidad, pero no está exento de riesgos importantes”.
Asimismo, la naturaleza de estos bonos plantea un debate sobre la transferencia de riesgos: mientras aseguradoras y reaseguradoras buscan mitigar pérdidas, los inversores asumen el riesgo de catástrofe, que puede resultar en pérdidas significativas si los daños superan las previsiones.
Este escenario ha generado posturas encontradas. Algunos actores del mercado defienden la expansión de estos instrumentos como necesarios para la estabilidad del sector asegurador y la protección contra riesgos crecientes. Otros alertan sobre la necesidad de mayor regulación y transparencia para proteger a inversores menos sofisticados.
En conclusión, los bonos catástrofe representan hoy un refugio financiero poco convencional, que ofrece rentabilidad y diversificación en un contexto global incierto, pero que enfrenta desafíos crecientes por la naturaleza impredecible de los desastres naturales y la presión regulatoria europea.
La evolución de este mercado durante los próximos meses será clave para entender si estos instrumentos pueden consolidarse como un activo estable y accesible, o si deberán adaptarse a nuevas reglas que limiten su alcance y cambien su perfil de riesgo. Para inversores y reguladores, el desafío será equilibrar la protección financiera con la complejidad inherente a los riesgos naturales que intentan cubrir.
2025-07-17
2025-08-09