
Una nueva etapa en la guerra arancelaria entre Estados Unidos y sus socios comerciales ha comenzado a tomar forma con la decisión del gobierno estadounidense de imponer un arancel estándar de poco más del 10% a aquellos países que no hayan logrado acuerdos específicos. El anuncio se materializó el 16 de julio de 2025, cuando el entonces presidente Donald Trump confirmó que esta medida afectaría a naciones pequeñas sin cartas de notificación arancelaria personalizadas.
En el centro de este escenario se encuentra Chile, uno de los países que aún no ha recibido dicha carta, a pesar de mantener intensas negociaciones diplomáticas con Washington. Mientras Japón, Corea del Sur y más de veinte países ya cuentan con acuerdos o notificaciones formales, Chile se mantiene en un limbo que genera incertidumbre en múltiples sectores.
Desde el gobierno chileno, la postura ha sido de cautela y diálogo. "Estamos en permanente contacto con las autoridades estadounidenses para evitar impactos negativos y buscar acuerdos que beneficien a ambas partes," afirmó un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, la ausencia de una comunicación formal genera preocupación.
En el mundo empresarial, la reacción es diversa. Algunos sectores exportadores, especialmente los ligados a la minería y agroindustria, advierten que un arancel adicional podría encarecer sus productos en el mercado estadounidense y reducir la competitividad. Por otro lado, hay voces que consideran que esta coyuntura puede ser una oportunidad para diversificar destinos comerciales y fortalecer acuerdos con otras regiones, incluso dentro de Asia y América Latina.
En el debate público, expertos en comercio internacional y economía han aportado matices al análisis. "El 10% puede parecer un número pequeño, pero en una economía globalizada y competitiva, cada punto porcentual afecta las cadenas de valor y las decisiones de inversión," explica la economista María Fernández, investigadora de la Universidad de Chile.
Simultáneamente, algunos sectores sociales muestran una mezcla de preocupación y escepticismo. En regiones dependientes de las exportaciones a Estados Unidos, el temor a una desaceleración económica se contrapone con una percepción de que esta medida es parte de un juego geopolítico mayor, donde Chile debe fortalecer su autonomía estratégica.
Tras varios meses de evolución, se puede constatar que la imposición del arancel ha acelerado la búsqueda chilena de nuevos acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales, así como una revisión profunda de su matriz productiva. Aunque el impacto directo en las exportaciones ha sido moderado hasta ahora, la incertidumbre ha generado volatilidad en algunos sectores y ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de depender excesivamente de un solo mercado.
En definitiva, esta historia revela un escenario donde la globalización y el proteccionismo conviven en tensión, y donde Chile enfrenta el desafío de navegar con inteligencia entre las olas del comercio internacional. La medida estadounidense no es solo un arancel más: es un llamado a repensar estrategias, diversificar vínculos y fortalecer la resiliencia económica.
Este episodio, lejos de cerrarse, seguirá siendo un foco de debate, aprendizaje y adaptación para todos los actores involucrados.
2025-11-12
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