
Un episodio inédito y profundamente revelador se vivió el pasado 15 de octubre en la Cámara de Diputados, cuando una sesión fue cancelada por falta de quorum debido a la ausencia de más de cien parlamentarios. Este bochorno, que no ocurría desde 2021, desnuda las tensiones y fracturas que atraviesan el Congreso en un año marcado por la proximidad de las elecciones y la crisis de legitimidad política.
La sesión, que debía abordar proyectos clave, quedó suspendida luego de que los diputados no regresaran a tiempo tras el llamado a quorum. El reglamento establece que con 50 diputados basta para iniciar la sesión, pero esta vez no se logró alcanzar ese mínimo. La reacción inmediata fue un cierre estricto de la Sala y de los pasillos contiguos, implementándose un protocolo de contención que obligó a los presentes a firmar un libro de asistencia, mientras que los ausentes fueron sancionados con multas equivalentes al 2% de su dieta mensual.
Desde el punto de vista político, las explicaciones y críticas no tardaron en surgir. Por un lado, la oposición denunció una 'falta de responsabilidad y compromiso de varios parlamentarios', mientras que desde el oficialismo se reconoció que la dispersión y el desinterés son síntomas de un sistema político agotado y fragmentado. La campaña electoral, que se intensifica hacia los comicios del 16 de noviembre, ha llevado a muchos diputados a priorizar la gestión territorial y la proyección personal sobre las obligaciones legislativas.
“Muchos parlamentarios llegan el lunes y se van el miércoles a sus distritos para hacer campaña, dejando de lado el trabajo en sala”, reconoció un diputado que prefirió mantener el anonimato. Esta dinámica ha generado un desgaste creciente en la percepción ciudadana sobre la labor del Congreso, alimentando la desconfianza y la sensación de desconexión con las demandas sociales.
Desde la mirada regional, el impacto también se hizo sentir. Representantes de zonas históricamente marginadas cuestionaron la falta de compromiso de sus pares, señalando que este tipo de episodios profundiza la brecha entre la política central y las realidades locales. En tanto, sectores sociales y organizaciones civiles manifestaron su decepción y exigieron una mayor responsabilidad institucional para evitar que el Congreso pierda aún más credibilidad.
El presidente de la Cámara, diputado José Miguel Castro (Renovación Nacional), convocó a una reunión de comités para intentar reponer la sesión durante la misma jornada. Sin embargo, la incertidumbre persiste sobre la capacidad del Congreso para superar esta crisis operativa y política.
Este fracaso no es un hecho aislado, sino el reflejo de un sistema parlamentario tensionado por la inmediatez de la campaña electoral, la fragmentación partidaria y la erosión de la legitimidad pública. La sanción económica impuesta a los ausentes puede ser un paliativo, pero no aborda las causas profundas que llevan a esta desafección.
En conclusión, el episodio del 15 de octubre en la Cámara de Diputados es una radiografía de la política chilena contemporánea: un escenario donde la lucha por la representación se mezcla con la dispersión, y donde la urgencia de la campaña eclipsa la responsabilidad legislativa. La pregunta que queda es si este sistema podrá reformarse para recuperar la confianza ciudadana o si seguirá atrapado en un ciclo de bochornos y deserciones que solo profundizan la crisis democrática.
Fuentes: BioBioChile, InformadorChile, declaraciones oficiales de la Cámara de Diputados.