
En el segundo trimestre de 2025, el Producto Interno Bruto (PIB) de China creció un 5,2% interanual, superando la mediana de las expectativas de economistas que estimaban un 5,1%. Este dato, divulgado por la Oficina Nacional de Estadísticas (NBS), representa un leve descenso frente al 5,4% registrado en el primer trimestre, pero mantiene a la segunda economía mundial en terreno positivo.
Este aparente éxito esconde sin embargo una realidad más compleja. La fortaleza de la producción industrial, que creció un 6,8% en junio —superando pronósticos— y la manufactura con un alza del 7,4%, contrastan con la debilidad del consumo interno. Las ventas minoristas aumentaron solo un 4,8%, por debajo de lo esperado, con caídas notorias en sectores como bebidas, cigarrillos, alcohol y cosméticos. Además, el mercado inmobiliario mostró un deterioro acelerado en junio, con precios de vivienda que cayeron más rápido de lo previsto.
Desde la perspectiva de los analistas, esta dinámica refleja un fenómeno de presiones deflacionarias persistentes y un consumo que no logra recuperar el ritmo previo a 2024. Michelle Lam, economista de Société Générale SA, advierte que “la oferta se mantiene sólida, pero la demanda interna sigue débil, y el impulso exportador no durará”. Esta opinión es compartida por Morgan Stanley, que proyecta una caída del PIB por debajo del 4,5% en la segunda mitad del año, debido a la corrección del adelanto exportador y la fragilidad del comercio global.
El debate se profundiza cuando se consideran las voces políticas y sociales dentro de China. Sectores reformistas ven en estos datos un llamado urgente a impulsar reformas estructurales para dinamizar el consumo y modernizar la economía, mientras que posturas más conservadoras apuestan por mantener el enfoque en la manufactura y exportaciones como motor principal, a pesar de los riesgos de sobreexposición a mercados externos.
En el plano internacional, esta desaceleración anticipada genera inquietud en economías dependientes de la demanda china, especialmente en América Latina, donde el cobre y otros minerales han sido beneficiados por el auge exportador. El cobre, por ejemplo, ha mostrado volatilidad en sus precios, afectando directamente a la economía chilena.
Desde la mirada ciudadana, emerge una sensación de incertidumbre: trabajadores del sector manufacturero celebran la recuperación en producción, pero comerciantes y pequeños empresarios expresan preocupación por la caída en consumo y la desaceleración en la actividad económica local.
Finalmente, el deflactor del PIB cayó por noveno trimestre consecutivo, una racha histórica que pone en evidencia la complejidad del escenario económico chino actual. La pregunta que queda en el aire es si Pekín podrá equilibrar estas tensiones internas y externas, o si la desaceleración se profundizará, con efectos globales que ya comienzan a sentirse.
En definitiva, este episodio confirma que el crecimiento económico no es solo una cuestión de cifras positivas, sino de la calidad y sostenibilidad del impulso que las sustentan. La economía china, en su encrucijada, ofrece un escenario de desafíos donde convergen intereses políticos, sociales y globales, obligando a una lectura más profunda y menos inmediata de sus datos.
2025-11-11