
El 9 de septiembre de 2025, un ataque aéreo israelí impactó en Doha, capital de Qatar, donde se encontraban líderes de Hamás en negociaciones para un alto al fuego en Gaza. Este bombardeo, que dejó seis muertos, entre ellos cinco miembros de la milicia palestina y un policía catarí, marcó un punto de inflexión en la dinámica del conflicto en Medio Oriente y desató una ola de reacciones internacionales que, a más de dos meses, siguen configurando el escenario político y diplomático regional.
Qatar, históricamente mediador clave en el conflicto entre Israel y Hamás, sufrió un golpe directo a su capital y a su rol diplomático. El primer ministro Mohammed bin Abdulrahman Al Thani calificó el ataque como "terrorismo de Estado" y una "traicionera agresión" contra un país que, hasta ese momento, había sido un espacio neutral para la búsqueda de la paz.
Desde Doha, el mensaje fue claro: la ofensiva israelí no solo violó la integridad territorial de Qatar, sino que puso en riesgo la posibilidad de lograr un alto al fuego humanitario y la liberación de rehenes israelíes.
En menos de una semana, Qatar convocó a una cumbre histórica con más de 50 países árabes e islámicos, incluyendo a los 22 miembros de la Liga Árabe y los 57 de la Organización de Cooperación Islámica. Esta reunión de emergencia, celebrada en Doha, buscó trazar una respuesta diplomática común y fortalecer la solidaridad regional frente a lo que se percibe como una escalada peligrosa y una vulneración del derecho internacional.
El ministro de Exteriores catarí, Al Ansari, endureció la postura de Qatar, acusando a Israel de perpetrar un "genocidio" en Gaza y calificando al primer ministro israelí Netanyahu de "narcisista". Por su parte, el portavoz de la Liga Árabe, Jamal Rushdi, enfatizó la defensa del derecho internacional y el rechazo a ataques contra actores mediadores.
Desde América Latina, Chile se sumó a la condena internacional al ataque, calificándolo de "violación inaceptable" de la soberanía de Qatar. El presidente Gabriel Boric y el canciller Alberto van Klaveren emitieron una declaración conjunta que resaltó el rol mediador de Qatar y la necesidad de preservar espacios de diálogo para la paz.
Esta postura se enmarca en un contexto global donde la comunidad internacional observa con preocupación la creciente violencia y la complejidad del conflicto, que ya lleva casi dos años.
Mientras tanto, Estados Unidos mantuvo una posición ambivalente. El secretario de Estado Marco Rubio visitó Israel para reafirmar el compromiso con su seguridad, minimizando el impacto del bombardeo en Doha sobre la relación bilateral.
Sin embargo, la ofensiva israelí en Qatar ha generado tensiones entre Washington y sus aliados árabes, quienes cuestionan la aparente inacción estadounidense ante ataques que afectan a países estratégicos de la región.
Este episodio ha dejado en claro varias verdades que moldean el presente y futuro del conflicto:
- La mediación en conflictos tan arraigados es frágil y puede ser fácilmente socavada por actos militares. El ataque a Doha representa un precedente preocupante para la seguridad de los espacios diplomáticos.
- La unidad árabe e islámica se ha fortalecido, evidenciando un frente común que busca frenar la expansión de hostilidades y proteger a sus miembros. Esto puede traducirse en una mayor presión política y diplomática sobre Israel y sus aliados.
- La comunidad internacional enfrenta una disonancia entre su discurso de paz y la realidad en terreno, donde la violencia y la desconfianza se profundizan. La postura de Estados Unidos, clave en la región, será decisiva para evitar una escalada mayor.
- Para Qatar, el golpe ha significado no solo una tragedia humana, sino también un desafío a su identidad y rol como puente entre actores enfrentados. Su respuesta ha sido firme, buscando capitalizar la solidaridad regional y reforzar su posición diplomática.
En este escenario, las tensiones no se diluyen. Por un lado, Israel defiende sus acciones argumentando la necesidad de neutralizar amenazas y proteger su seguridad nacional. Por otro, Qatar y sus aliados denuncian una agresión injustificada que atenta contra la estabilidad regional y el derecho internacional.
La ciudadanía árabe, los movimientos sociales y las organizaciones de derechos humanos observan con preocupación el impacto humanitario, mientras que en Chile y América Latina se multiplican las voces que exigen respeto a la mediación y el fin de la violencia.
Con la cumbre árabe-islámica como telón de fondo, el conflicto en Medio Oriente atraviesa una nueva etapa, donde la diplomacia y la confrontación militar se entrelazan en una trama compleja.
“La comunidad internacional debe abandonar la doble moral y asumir responsabilidades para garantizar la paz y la seguridad en la región”, resumió un diplomático presente en Doha.
Mientras tanto, los habitantes de Gaza, Israel y los países vecinos continúan viviendo las consecuencias de una guerra que parece no tener fin, y donde cada acción, cada bombardeo, redefine el tablero geopolítico.
En definitiva, el ataque en Qatar no solo fue un golpe militar, sino un desafío a la esperanza de diálogo y un llamado urgente a repensar las rutas hacia la paz en Medio Oriente.