
Un descenso esperado, pero no sin controversias. En junio de 2025, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en Argentina mostró un aumento mensual de 1,6%, ligeramente superior al 1,5% de mayo, pero con una caída interanual a 39,4%, su nivel más bajo desde enero de 2021. Esta noticia ha generado una mezcla de optimismo y escepticismo en el escenario político y económico del país vecino.
"VAAAAAAAAMOOOOOO TOTO...!!! IPC 1,6% lo festejan los argentinos de bien y lo llora toda mandrilandia. Fin. VLLC!", exclamó el presidente Javier Milei en su cuenta de X, celebrando la desaceleración inflacionaria y destacando el trabajo del ministro de Economía, Luis "Toto" Caputo. Para el oficialismo, estos números representan un triunfo tangible tras 14 meses consecutivos de desaceleración, una señal de que las políticas económicas implementadas están dando frutos.
Caputo, por su parte, resaltó que la inflación núcleo (subyacente) fue de 1,7%, la más baja desde mayo de 2020, y que excluyendo efectos pandémicos, es el menor registro desde enero de 2018. Además, destacó que la variación mensual en bienes fue la más baja desde que se tiene registro en 2017, y que el alza en alimentos y bebidas no alcohólicas fue menor a la mitad del incremento general del IPC.
Sin embargo, no todos comparten la euforia oficial. Economistas independientes y organizaciones sociales advierten que esta desaceleración puede ser un espejismo que oculta problemas estructurales. "La baja en la inflación interanual es positiva, pero la tasa sigue siendo alta y erosiona el poder adquisitivo de los sectores más vulnerables", señala la economista Mariana Ríos, quien enfatiza que el aumento en educación (3,7%) y vivienda (3,4%) golpea directamente a las familias de ingresos medios y bajos.
Por otra parte, el aumento en arriendos y servicios conexos ha generado tensiones en varias regiones, especialmente en el Gran Buenos Aires y la Patagonia, donde la inflación en estas categorías impacta con fuerza. Mientras tanto, en el Noroeste y Cuyo, los mayores incrementos se concentraron en prendas de vestir y recreación, respectivamente, evidenciando la heterogeneidad regional del fenómeno inflacionario.
La Canasta Básica Alimentaria (CBA) subió 1,1% en junio y acumula un alza del 28,7% en doce meses, mientras que la Canasta Básica Total (CBT) aumentó 1,6% mensual y 29,2% anual. Estos datos reflejan que, pese a la desaceleración general, la inflación sigue siendo un peso considerable para los sectores más vulnerables, manteniendo altos niveles de pobreza y precariedad alimentaria.
Además, el contexto internacional y la volatilidad en los precios de commodities y energéticos siguen siendo factores que podrían alterar esta tendencia a corto plazo, generando incertidumbre en el mercado y en la ciudadanía.
La caída de la inflación interanual en Argentina es un dato alentador que el gobierno de Milei ha capitalizado políticamente, presentándolo como una victoria de su gestión económica. Sin embargo, el análisis más profundo revela que esta desaceleración no significa el fin de la crisis inflacionaria ni un alivio generalizado para todos los sectores sociales y regiones del país.
La heterogeneidad de los impactos y el aumento de costos en servicios esenciales plantean un desafío para las políticas públicas, que deberán equilibrar la estabilización macroeconómica con la protección social. En definitiva, la historia de la inflación argentina sigue siendo un drama en desarrollo, donde la celebración y la preocupación conviven en un escenario que exige vigilancia, análisis crítico y políticas inclusivas.
2025-11-01