
Un pulso que se extiende más allá del cobre. Desde julio de 2025, cuando el entonces presidente Donald Trump anunció aranceles al cobre chileno, la relación comercial entre Chile y Estados Unidos entró en una fase de tensión que, tras meses de negociaciones técnicas, se ha traducido en una nueva ronda de conversaciones presenciales en Washington entre el 28 y 31 de noviembre. Este episodio, más que un simple conflicto arancelario, ha puesto en escena un choque profundo entre la soberanía económica chilena y las dinámicas de dependencia que definen la inserción del país en la economía global. La historia, sin embargo, tiene raíces más antiguas y consecuencias que aún se están midiendo.
En mayo de 2025, la subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Sanhueza, se reunió con Jamieson Greer, Representante Comercial de EE.UU., para abrir canales de diálogo. La tensión escaló en julio cuando Trump anunció aranceles específicos al cobre, un movimiento que buscaba proteger la industria minera estadounidense pero que impactaba directamente en el principal producto de exportación chileno.
La respuesta del gobierno chileno fue inmediata: anunció una nueva ronda de negociaciones técnicas y políticas para desactivar la amenaza y buscar un acuerdo que beneficiara a ambas partes. Entre el 28 y 31 de noviembre, equipos técnicos de la Subsecretaría y el Ministerio de Hacienda se sentaron en Washington con sus pares estadounidenses para avanzar en una hoja de ruta conjunta.
Desde la perspectiva del gobierno chileno, esta negociación representa un desafío para reafirmar la soberanía económica sin cerrar puertas a la cooperación internacional. 'No podemos permitir que decisiones unilaterales afecten nuestro principal motor económico, pero tampoco podemos aislarnos del mercado global,' señaló un alto funcionario de la Subrei.
En contraste, sectores empresariales estadounidenses defienden los aranceles como una medida necesaria para proteger empleos y la industria local, argumentando que el cobre chileno ha sido históricamente una competencia desleal debido a costos laborales y ambientales más bajos.
En Chile, la sociedad civil se muestra dividida. Por un lado, sindicatos mineros temen que una guerra comercial prolongada afecte la estabilidad laboral; por otro, grupos ambientalistas y de derechos humanos exigen que cualquier acuerdo incorpore estándares más estrictos para la minería responsable.
El cobre representa más del 50% de las exportaciones chilenas y es vital para regiones como Antofagasta y Atacama. La incertidumbre generada por la amenaza arancelaria provocó una caída en la inversión minera y una volatilidad en los mercados locales durante el segundo semestre de 2025.
Además, el conflicto puso en evidencia la vulnerabilidad de Chile ante políticas proteccionistas externas y la necesidad de diversificar su matriz productiva y socios comerciales. Economistas consultados coinciden en que, aunque la negociación apunte a resolver el conflicto inmediato, la lección a largo plazo es la urgencia de fortalecer la autonomía económica.
Este episodio no es aislado. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio en 2004, la relación Chile-Estados Unidos ha sido una mezcla de cooperación y tensiones, especialmente en sectores sensibles como la minería y la agricultura. El intercambio comercial bilateral alcanzó los US$31.636 millones al cierre de 2024, con un crecimiento sostenido del 6,3% anual. Sin embargo, la dependencia del cobre como principal exportación sigue siendo un punto débil.
La nueva ronda de conversaciones entre Chile y Estados Unidos es un reflejo de las complejidades que enfrenta el país para equilibrar soberanía económica y globalización. Aunque se ha acordado un cronograma para finalizar las negociaciones en el menor plazo posible, las tensiones subyacentes permanecen.
Este episodio expone la fragilidad de la inserción chilena en cadenas globales y la necesidad de un debate más amplio sobre desarrollo sostenible, diversificación económica y políticas públicas que fortalezcan la resiliencia nacional.
En definitiva, el pulso entre Chile y Estados Unidos por el cobre es un recordatorio de que en el gran coliseo del comercio internacional, cada movimiento tiene consecuencias que se extienden mucho más allá de una simple tarifa arancelaria.