
En un balance que ya comienza a tomar forma con la distancia que otorga el tiempo, el gobierno de Gabriel Boric se revela como un escenario donde las banderas feministas ondearon con fuerza en discursos y actos simbólicos, pero donde las realidades concretas de las mujeres chilenas muestran una historia más compleja y, en muchos casos, desalentadora.
Desde el inicio de su mandato en marzo de 2022 hasta mediados de 2025, la administración se presentó como un gobierno feminista, con énfasis en políticas de igualdad y protección a las mujeres. Sin embargo, a medida que la gestión avanzó, emergieron casos que pusieron en entredicho esa narrativa oficial.
Uno de los episodios más emblemáticos fue la denuncia por hostigamiento y amenazas contra el subsecretario Orellana, miembro de la coalición oficialista, que llevó a su alejamiento temporal del Congreso y a un silencio administrativo de la ministra de la Mujer. Este hecho no fue aislado: sumado a maltratos laborales y acosos en ministerios clave, reveló grietas profundas en la coherencia del discurso feminista gubernamental.
En paralelo, la seguridad pública se convirtió en un talón de Aquiles. El récord de femicidios y violencia contra las mujeres alcanzó niveles históricos en 2024, con 1.207 víctimas fatales, un dato que el gobierno no pudo revertir. La ciudadanía percibió un aumento palpable del miedo, especialmente en mujeres que dejaron de salir o buscar empleo por inseguridad.
El desempleo femenino, por su parte, escaló a un 10,1 %, el peor en años recientes. La promesa de la sala cuna universal, anunciada como la gran medida para facilitar la inserción laboral femenina, quedó estancada durante cinco años en comisiones y debates sin avance real. Este estancamiento evidencia una desconexión entre las prioridades políticas y las necesidades urgentes de las mujeres trabajadoras.
Las reacciones políticas no se hicieron esperar y reflejan un país dividido:
- Desde la oposición, se acusa al gobierno de un "feminismo selectivo" que protege a sus miembros y minimiza los abusos, mientras abandona a las víctimas a la burocracia y la indiferencia.
- En el oficialismo, algunos defienden que los casos de abuso son excepciones y que la complejidad institucional dificulta respuestas inmediatas, apelando a la necesidad de fortalecer mecanismos internos.
- Voces independientes y académicas señalan que el problema no es solo moral o ético, sino estructural: la falta de políticas integrales de protección y promoción de derechos que trasciendan la retórica y los actos simbólicos.
La socióloga María Fernández, experta en género, resume: "El gobierno de Boric mostró una disonancia entre su discurso y sus acciones. Mientras se vestía de violeta en efemérides, la realidad cotidiana de muchas mujeres empeoraba. Esto genera un desgaste profundo en la confianza social y política".
Este balance no solo es un juicio sobre un período, sino una advertencia para el futuro político y social del país. La experiencia reciente demuestra que el feminismo de cartón —mucho ruido y pocas medidas efectivas— no solo desilusiona, sino que puede agravar situaciones de vulnerabilidad.
Finalmente, la historia de este gobierno queda marcada por un contraste doloroso: un discurso feminista que no logró traducirse en mejoras tangibles, un aumento de la violencia y el desempleo femenino, y un ambiente político polarizado que dificulta la construcción de consensos para avanzar.
El desafío para Chile es claro: superar la fragmentación y la retórica para diseñar políticas públicas que realmente protejan y empoderen a las mujeres, aprendiendo de las lecciones que este ciclo ha dejado al descubierto.
2025-07-12
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