
Un golpe a la globalización o un ajuste necesario? El 12 de julio de 2025, Estados Unidos anunció la imposición de aranceles del 30% a productos provenientes de la Unión Europea y México, medida que ha generado un terremoto en las relaciones comerciales internacionales, especialmente en América y Europa. Más de cuatro meses después, el pulso entre Washington, Bruselas y Ciudad de México no solo persiste, sino que ha revelado profundas tensiones y desafíos estructurales en la economía global.
La decisión, comunicada por el gobierno estadounidense en medio de una retórica proteccionista, se justificó oficialmente por supuestos desequilibrios en las relaciones comerciales y prácticas consideradas desleales. Según declaraciones del entonces presidente Trump, “estas tarifas buscan proteger la industria estadounidense y corregir distorsiones que afectan a nuestros trabajadores”. Sin embargo, el anuncio fue recibido con alarma y rechazo en la UE y México, quienes denunciaron una medida unilateral que amenaza acuerdos vigentes y la estabilidad económica.
Desde ese momento, se han sucedido negociaciones, represalias y ajustes en las cadenas de suministro. La Unión Europea respondió con tarifas propias sobre productos estadounidenses, mientras México buscó diversificar sus mercados y fortalecer la integración regional. Para noviembre, las exportaciones mexicanas a EE.UU. han caído un 15%, mientras que la UE ha reportado una contracción del comercio bilateral del 10%.
En Washington, el debate se polariza entre quienes ven en los aranceles una herramienta legítima para defender la soberanía económica y los sectores productivos nacionales, y quienes advierten que la medida podría dañar la competitividad y encarecer productos para los consumidores estadounidenses.
En Bruselas, la Comisión Europea ha mantenido una postura firme, denunciando la violación de normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y apostando por la vía diplomática y legal para revertir la situación. La presidenta de la Comisión declaró: “No aceptaremos medidas que rompen el sistema multilateral y ponen en riesgo la cooperación internacional”.
México, por su parte, enfrenta un dilema complejo. Mientras el gobierno federal ha impulsado la diversificación comercial y la búsqueda de nuevos tratados, sectores industriales y agrícolas han reportado pérdidas significativas, con un fuerte impacto en regiones exportadoras como el Bajío y el norte del país.
En Chile y otros países latinoamericanos, el conflicto ha generado preocupación por la posibilidad de contagios económicos. Expertos consultados advierten que la fragmentación del comercio norteamericano y europeo podría alterar precios y flujos de inversión en la región.
Desde la sociedad civil, organizaciones de consumidores y trabajadores han expresado inquietudes sobre el encarecimiento de bienes y la incertidumbre laboral. Una representante sindical comentó: “Este tipo de medidas golpean primero a quienes menos tienen, porque suben los precios y se reducen las oportunidades de empleo”.
Pasados casi cinco meses, se puede afirmar que la imposición de aranceles ha desencadenado una reconfiguración parcial de las cadenas globales de valor, con efectos mixtos en la economía mundial. Aunque algunos sectores en EE.UU. reportan beneficios temporales, la mayoría enfrenta mayores costos y tensiones comerciales.
La disputa ha evidenciado la fragilidad del sistema multilateral y la dificultad para conciliar intereses nacionales con la interdependencia global. También ha puesto en jaque a países medianos como México, que deben navegar entre grandes potencias con agendas contrapuestas.
A futuro, la resolución del conflicto dependerá de la capacidad de diálogo y compromiso entre actores, así como de la adaptación de las economías a un escenario internacional que parece inclinarse hacia un proteccionismo renovado. Para Chile y América Latina, la lección está en la urgencia de diversificar mercados y fortalecer alianzas regionales para mitigar riesgos externos.
En definitiva, este episodio marca un capítulo crucial en la historia reciente del comercio mundial, donde las tensiones no se limitan a cifras y tarifas, sino que reflejan profundas disputas políticas, sociales y económicas que seguirán desarrollándose en los próximos años.