
El 29 de junio de 2025, Jeannette Jara, militante del Partido Comunista chileno, fue elegida candidata presidencial de la izquierda con un 60% de los votos en una primaria oficialista marcada por una participación histórica baja. Desde entonces, su candidatura se ha visto atravesada por una campaña que no solo muestra la polarización política del país, sino que también exhibe los riesgos y costos de la desinformación en el debate público.
La victoria de Jara significó un hito para el PC, que por primera vez desde el retorno a la democracia logra colocar a una candidata en la carrera presidencial con el respaldo formal de todo el sector progresista. Sin embargo, la baja participación, apenas un 9% del padrón electoral, y las diferencias ideológicas evidentes con la socialdemócrata Carolina Tohá, segunda en la primaria, dejaron un escenario de fragmentación interna. Las críticas de Tohá a la gestión comunista, acusando estancamiento social y pobreza en territorios gobernados por el PC, marcaron una tensión pública que no se ha disuelto con el paso de los meses.
El presidente Boric intentó apaciguar los ánimos, llamando a la unidad, pero la pregunta sobre si Jara podrá canalizar un apoyo amplio y cohesionado sigue abierta. "Lo importante es que, al final del día, los sectores progresistas vamos a estar todos unidos detrás de una sola candidatura", afirmó Boric, aunque la realidad ha mostrado dificultades para traducir ese llamado en hechos concretos.
En noviembre, cuando la campaña presidencial ya estaba en su fase decisiva, emergió un episodio que puso en evidencia la vulnerabilidad del proceso electoral frente a la desinformación. Un video que circuló en redes sociales mostraba a una mujer haciéndose pasar por prima de Jeannette Jara, acusándola de ser "siempre resentida social y conflictiva". La mujer, Adriana Vargas Jara, luego se disculpó diciendo que todo había sido una "humorada" sin mala intención, pero el daño ya estaba hecho.
El comando de Jara anunció acciones legales contra quienes orquestaron y difundieron este material, denunciando una campaña sucia que busca erosionar la credibilidad de la candidata y, por extensión, la confianza en el sistema democrático. Este caso no es aislado: la historia reciente chilena está marcada por maniobras similares, desde campañas contra figuras como Michelle Bachelet y Ricardo Lagos hasta ataques personales en primarias de derecha.
Estas prácticas, según expertos consultados, no solo polarizan sino que también profundizan la desconfianza ciudadana hacia las instituciones y los actores políticos. "La desinformación se ha convertido en un arma estratégica que daña la convivencia democrática y dificulta el debate serio sobre las grandes problemáticas nacionales", señala la académica en ciencias políticas María Elena Rodríguez.
Mientras la izquierda se debate en su propia encrucijada, la derecha chilena presenta un cuadro fragmentado pero con claras señales de fortaleza. Tres candidaturas compiten en la primera vuelta: Evelyn Matthei (derecha tradicional), José Antonio Kast (derecha conservadora) y Johannes Kaiser (ultraderecha). En las encuestas, Kast ha logrado posicionarse como favorito para pasar a segunda vuelta, seguido por Jara, mientras Matthei ve menguado su apoyo.
Esto plantea un escenario de polarización creciente, con una ciudadanía que demanda principalmente seguridad, crecimiento económico y gobernabilidad, temas en los que la derecha parece tener mayor sintonía con las preocupaciones actuales.
Desde regiones, líderes sociales y ciudadanos expresan inquietudes diversas. Algunos simpatizantes de Jara valoran su compromiso con la justicia social y la inclusión, pero reconocen la dificultad de enfrentar una derecha con recursos y estrategias agresivas. Otros, más críticos, temen que la radicalización y las campañas sucias terminen alejando a votantes indecisos o moderados.
Organizaciones de la sociedad civil han llamado a un debate limpio y a fortalecer la educación mediática para enfrentar la desinformación, que afecta transversalmente a todos los sectores.
La candidatura de Jeannette Jara y la campaña presidencial que la acompaña son un reflejo de las tensiones profundas que atraviesan la política chilena en 2025. La fragmentación interna de la izquierda, la ventaja relativa de la derecha en temas clave y la persistencia de la desinformación configuran un panorama complejo y desafiante.
Es evidente que, más allá de quién gane o pierda, el proceso ha dejado claro que la política chilena debe enfrentar con urgencia la necesidad de restaurar la confianza pública y promover un diálogo informado y respetuoso. La polarización y la campaña sucia no solo desgastan a las candidaturas, sino que erosionan el tejido democrático y la posibilidad de consensos para los problemas urgentes del país.
En definitiva, la elección de noviembre no solo decidirá un gobierno, sino también el grado de madurez democrática que Chile está dispuesto a asumir en esta nueva década.