
Un golpe al corazón del cobre chileno. El anuncio del 11 de julio de 2025, cuando se confirmó que Estados Unidos aplicaría un arancel del 50% a las importaciones de cobre, incluyendo el metal refinado, ha desatado un choque que va más allá de lo comercial. Este impuesto, que entró en vigor el 1 de agosto, no solo afecta la principal exportación minera del país, sino que también ha puesto en jaque la relación bilateral y las estrategias económicas nacionales.
El presidente estadounidense Donald Trump anunció la medida en julio de 2025, con el objetivo declarado de fortalecer la producción nacional de cobre, un recurso clave para la transición energética y la industria tecnológica. Sin embargo, la falta de detalles iniciales generó incertidumbre en Chile, que esperaba un tratamiento diferenciado para el cobre refinado, concentrado y la chatarra, además de posibles excepciones por país.
Con el paso de las semanas, quedó claro que el arancel incluía el cobre refinado, que representa la mayor parte de las exportaciones chilenas hacia EE.UU. y es esencial para sectores como la construcción, la electricidad y la fabricación de automóviles. Empresas mineras internacionales y locales expresaron preocupación por el impacto económico y solicitaron alternativas a la imposición de aranceles.
Desde La Moneda, la reacción inicial fue de cautela y llamado a la calma, buscando canales diplomáticos para negociar un trato preferencial. “Estamos evaluando todas las opciones para proteger los intereses de la minería nacional y mantener la estabilidad de nuestras exportaciones”, señaló un alto funcionario del Ministerio de Minería.
No obstante, sectores críticos dentro del gobierno han cuestionado la estrategia, acusando una falta de anticipación y preparación ante una medida que, a la larga, podría presionar la economía y el empleo.
Las grandes mineras, como Rio Tinto y Trafigura, han solicitado a la Casa Blanca que en lugar de aranceles se restrinjan las exportaciones de mineral y chatarra, buscando minimizar el daño a las cadenas productivas. “El cobre chileno es vital para la economía global y para EE.UU., una medida tan abrupta puede generar efectos adversos en la industria y el empleo”, advirtió un ejecutivo del sector.
Por otro lado, algunas voces dentro del empresariado local han visto la situación como una oportunidad para diversificar mercados y acelerar la innovación en procesos productivos.
En regiones mineras, el impacto es palpable. Trabajadores y comunidades expresan preocupación por posibles despidos y caída en ingresos. Organizaciones sociales han convocado a manifestaciones y diálogos para exigir políticas públicas que mitiguen el efecto del arancel.
Al mismo tiempo, expertos ambientales y académicos advierten que esta crisis podría incentivar una minería más sostenible y con mayor valor agregado dentro del país, en lugar de depender exclusivamente de la exportación de materias primas.
A cuatro meses de la implementación del arancel, las exportaciones de cobre chileno a EE.UU. han disminuido un 18% según datos oficiales, mientras que el precio internacional del metal ha mostrado volatilidad por la incertidumbre generada.
Diplomáticamente, el episodio ha tensionado las relaciones bilaterales, poniendo a prueba acuerdos comerciales y mecanismos de diálogo.
Se constata que la globalización y las cadenas productivas están sujetas a decisiones políticas que pueden alterar de forma abrupta economías dependientes de materias primas.
Chile enfrenta el desafío de fortalecer su política exterior, diversificar sus mercados y avanzar hacia una minería con mayor valor agregado y sustentabilidad.
En suma, este pulso entre Washington y Santiago no solo es una disputa arancelaria, sino una tragedia económica que obliga a repensar estrategias y alianzas en un mundo donde la geopolítica de los recursos naturales se vuelve cada vez más compleja.
2025-11-12
2025-11-12