
Valparaíso, la ciudad puerto que alguna vez fue orgullo nacional y patrimonio mundial, enfrenta hoy una doble tragedia que desnuda las falencias del Estado y la complejidad social y política que atraviesa la región. Por un lado, la desaparición de Roberto Mansilla, un mariscador de 37 años, el 14 de octubre mientras realizaba su faena en el sector Los Ventisqueros. Por otro, la lenta y conflictiva reconstrucción de los hogares afectados por el mega incendio de 2024, que ha dejado a miles en la incertidumbre y la precariedad.
Desde el martes 14 de octubre, la Armada de Chile desarrolla intensas labores para encontrar a Mansilla, con el apoyo del grupo de respuesta inmediata que opera en zonas de difícil acceso, como los acantilados de Playa Ancha. Sin embargo, la familia ha manifestado su descontento por la demora del Ministerio Público en asignar un fiscal y ordenar la colaboración castrense, lo que ha generado tensión y críticas públicas. "Nos desespera la lentitud, cada día que pasa es una esperanza menos", señala un familiar cercano.
Este caso ha puesto en evidencia la brecha entre las instituciones y las comunidades que dependen de la pesca artesanal, un sector históricamente vulnerable y poco protegido. La búsqueda, que debería ser ágil y coordinada, se ha visto afectada por trabas burocráticas y falta de recursos adecuados.
En paralelo, el ministro de Vivienda y Urbanismo, Carlos Montes, reconoció públicamente su frustración por el ritmo de la reconstrucción tras el incendio que en 2024 devastó amplias zonas de Valparaíso. A casi un año del desastre, muchas viviendas industrializadas construidas aún no pueden ser habitadas por problemas técnicos y fallas en las licitaciones. Montes admitió que "me desespera el ritmo que está avanzado" y que el Estado debe modernizarse para enfrentar estos desafíos.
La situación se complica aún más con la megatoma de San Antonio, donde viven cerca de 10 mil personas y que enfrenta una orden de desalojo judicial. El ministro planteó la complejidad del asunto, resaltando la dificultad de negociar con los dueños de los terrenos y la necesidad de construir alternativas habitacionales reales. "Es un tema muy, muy complejo, que requiere más diálogo y soluciones integrales", sostuvo.
Esta crisis social y habitacional se suma al deterioro urbano y patrimonial de Valparaíso, declarado Sitio Patrimonio Mundial por la Unesco en 2003. Informes recientes de la Unesco han alertado sobre la falta de un plan de gestión efectivo, el abandono de edificios históricos y la ausencia de políticas de protección adecuadas. El incendio en junio en el Teatro Pacífico, un emblema cultural, es solo un síntoma de esta decadencia.
Expertos y actores locales coinciden en la urgencia de implementar un plan de gestión que involucre a todos los sectores: público, privado y civil. La baja densidad poblacional en el casco histórico —menos de 200 habitantes— y la alta propiedad privada de inmuebles abandonados dificultan la recuperación. Inspiraciones internacionales como Bilbao o Quito muestran que con liderazgo y alianzas estratégicas, es posible revertir la crisis.
La situación ha generado choques de perspectivas. Desde la derecha, se cuestiona la eficiencia del Estado y se reclama mayor participación privada y menos burocracia. Desde la izquierda, se enfatiza la necesidad de un Estado activo que garantice derechos sociales y patrimoniales, y se denuncia la especulación inmobiliaria y la exclusión.
Las comunidades afectadas, tanto los pescadores artesanales como los vecinos de las tomas, demandan soluciones inmediatas y dignas, mientras que las autoridades enfrentan la presión de cumplir mandatos judiciales y gestionar recursos limitados.
La desaparición de Roberto Mansilla y la lenta reconstrucción post incendio son síntomas de un sistema que no está preparado para responder con eficacia a las crisis sociales y ambientales que afectan a Valparaíso. La falta de coordinación institucional, la burocracia y los intereses contrapuestos dificultan la construcción de soluciones integrales.
El patrimonio cultural y urbano de Valparaíso está en riesgo, y sin un compromiso real y sostenido que articule a todos los actores, la ciudad podría perder no solo su historia, sino también su tejido social y económico.
El desafío es mayúsculo: reconstruir hogares, proteger vidas, preservar el patrimonio y, sobre todo, recuperar la confianza de sus habitantes en las instituciones que deben servirlos. En esta arena, cada actor juega su papel, y el tiempo apremia.
2025-11-13