En el escenario político chileno que se ha ido configurando durante los últimos meses, el rechazo a José Antonio Kast se mantiene en niveles significativamente altos, superando el 30% según encuestas recientes de Criteria, Pulso Ciudadano y CEP. Esta realidad ha obligado a la derecha a enfrentar una encrucijada estratégica que ya no es solo electoral, sino existencial: ¿cómo evitar que el voto conservador se fragmente y termine favoreciendo a un candidato de izquierda que crece en las preferencias?
Evelyn Matthei aparece como la figura con menor rechazo dentro del electorado de derecha, consolidando una base más amplia y menos polarizada. La matemática electoral se vuelve compleja cuando se considera la entrada en escena de un tercer candidato, Gabriel Jara, cuya aceptación ha ido en aumento, amenazando con dividir aún más el voto tradicional.
Desde una perspectiva ideológica, los seguidores de Kast defienden la pureza de sus postulados y rechazan cualquier desplazamiento hacia una opción percibida como menos comprometida con sus valores. Sin embargo, la teoría de juegos, especialmente la solución Minimax de John von Neumann, sugiere que la estrategia óptima para minimizar pérdidas es optar por Matthei, quien, aunque no ideal para los sectores más duros, representa un mal menor frente a la posibilidad de que Jara capitalice la dispersión del voto.
En contraste, la izquierda observa con atención el escenario. Para ellos, la fragmentación del voto de derecha abre una ventana para que Jara pueda consolidarse como una alternativa viable, capitalizando el descontento y el cansancio con los candidatos tradicionales. Desde esta óptica, la división en la derecha no es solo un problema para sus votantes, sino una oportunidad para reconfigurar el mapa político nacional.
En términos regionales, esta dinámica se siente con particular intensidad en zonas urbanas donde el electorado es más diverso y menos ideologizado, mientras que en regiones más conservadoras, el apoyo a Kast persiste, aunque con signos de desgaste.
Ciudadanos consultados expresan una mezcla de frustración y pragmatismo: “No me gusta Matthei, pero votar por Kast es un riesgo que no quiero correr”, dice un votante en Santiago. Otro en Concepción agrega: “Si la derecha se divide, ganamos todos menos ellos. Es un juego peligroso”.
Históricamente, Kast ha sufrido derrotas claras, como la presidencial frente a Gabriel Boric y en el plebiscito reciente, donde su imagen de rigidez dogmática y clericalismo le pasó factura. Estos antecedentes refuerzan la percepción de que su candidatura tiene un techo difícil de superar.
Las consecuencias de esta encrucijada son evidentes: la derecha se enfrenta a un desafío de cohesión que va más allá de la campaña electoral, tocando la esencia de su identidad y estrategia política. La opción Matthei implica una apuesta por la moderación y la reducción del rechazo, mientras que mantener a Kast como estandarte es jugar con fuego, arriesgando una derrota que podría abrir paso a una izquierda más fragmentada pero con mayor oportunidad.
En definitiva, la verdad que emerge tras meses de análisis y múltiples encuestas es clara: el voto de derecha debe elegir entre la fidelidad ideológica y la pragmática supervivencia electoral. Y en ese dilema, la historia reciente y las matemáticas electorales parecen inclinar la balanza hacia Evelyn Matthei, aunque el drama político sigue abierto, con todas sus tensiones y contradicciones a flor de piel.