España a 50 años de Franco: la herida abierta entre memoria, política y olvido

España a 50 años de Franco: la herida abierta entre memoria, política y olvido
Actualidad
Política
2025-11-22
Fuentes
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- Polarización política que divide a España en la valoración del franquismo.

- Memoria histórica y desmemoria como campos de batalla cultural y generacional.

- Relaciones internacionales inesperadas que marcaron el franquismo y su legado.

El 20 de noviembre de 1975, moría Francisco Franco, el dictador que gobernó España durante 36 años tras una sangrienta guerra civil. Medio siglo después, su figura no solo sigue siendo un símbolo controvertido, sino que ha dejado una herida abierta en la sociedad española que se expresa en múltiples dimensiones: política, cultural, histórica e incluso internacional.

La batalla por la memoria: entre el revisionismo y la amnesia

Una encuesta reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reveló que un 21,3% de los españoles considera que la dictadura franquista fue “buena” o “muy buena”, mientras que un 65,5% la califica como “mala” o “muy mala”. Este dato, lejos de ser anecdótico, refleja la profunda división política y generacional que atraviesa a España. En el electorado del Partido Popular (PP), el 35,4% tiene una visión positiva del franquismo, porcentaje que sube al 42% en Vox, partido de extrema derecha. En contraste, la izquierda y los sectores progresistas abogan por una memoria crítica y un reconocimiento de las víctimas del régimen.

Este choque se traduce en debates encendidos sobre la Ley de Memoria Democrática, impulsada por el gobierno socialista de Pedro Sánchez, que busca reparar el daño histórico y retirar símbolos franquistas del espacio público. Sin embargo, la oposición acusa que estas iniciativas buscan reescribir la historia con fines ideológicos. La coexistencia de misas en honor a Franco y manifestaciones antifascistas en torno al aniversario del dictador evidencia la persistencia de estas tensiones.

El relato oficial y las sombras del pasado

La muerte de Franco fue un momento histórico que marcó el inicio de la Transición española hacia la democracia, un proceso que no estuvo exento de incertidumbres y riesgos. El presidente Pedro Sánchez ha destacado en actos recientes que la democracia no fue un accidente, sino un logro colectivo que se defendió "con uñas y dientes". Sin embargo, la narrativa oficial convive con relatos alternativos y ficciones que han explorado la muerte del dictador desde perspectivas críticas y a menudo incómodas.

Por ejemplo, el forense Antonio Piga, único sobreviviente del equipo que embalsamó el cadáver de Franco, aportó detalles inéditos sobre el proceso, revelando que el dictador murió horas antes de la fecha oficial y que la intervención buscaba no solo conservar el cuerpo sino también preparar su exposición pública. Además, la literatura y la ficción española han abordado la efeméride con un enfoque que revela más sobre la sociedad que sobre el dictador mismo, como en el cuento anticipatorio de Max Aub o en la novela coral de Rafael Chirbes.

Un franquismo con ecos internacionales inesperados

El legado de Franco también se extiende más allá de las fronteras españolas. La relación del régimen con América Latina fue compleja y, en ocasiones, contradictoria. Mientras México se posicionó como uno de los principales opositores internacionales al franquismo, acogiendo a exiliados y negando reconocimiento al régimen, otros países como Argentina bajo Perón brindaron apoyo económico y político en momentos críticos.

Sorprendentemente, Franco mantuvo vínculos con regímenes y líderes tan dispares como Fidel Castro en Cuba, con quien compartía raíces gallegas, y Salvador Allende en Chile, a quien apoyó políticamente en sus primeros años de gobierno. Estas relaciones reflejan una política exterior pragmática y menos ideologizada de lo que se suele suponer, en un contexto marcado por la Guerra Fría y el posicionamiento estratégico de España como “centinela de Occidente”.

Voces enfrentadas, verdades complejas

En la arena política española, el aniversario de Franco sirvió para evidenciar la polarización. El presidente Sánchez llamó a defender la democracia frente a los "nostálgicos de un pasado que nunca fue", mientras la oposición de derecha y extrema derecha acusó al gobierno de “sanchismo” como la expresión más parecida al franquismo actual. Por otro lado, partidos independentistas y de izquierda radical aprovecharon la ocasión para cuestionar la monarquía, señalándola como una institución heredera directa del franquismo.

La pluralidad de voces no busca neutralizar el conflicto, sino mostrar la complejidad de una sociedad que aún no ha cerrado cuentas con su pasado. Como concluye el historiador Julián Casanova, la desmemoria no es un vacío sino una construcción política que debe ser enfrentada con rigor y honestidad para evitar que la historia se repita o se manipule.

Conclusiones: entre la herida y la esperanza

El legado de Franco sigue siendo una herida abierta en España, que se expresa en la división social, las disputas políticas y la memoria colectiva. La democracia española, aunque imperfecta, ha logrado consolidarse en estos 50 años, pero la convivencia con el pasado franquista sigue siendo un desafío.

Las verdades que emergen de este análisis son claras: la historia no es un relato único ni cerrado; se construye y reconstruye en la disputa pública y en la reflexión crítica. La memoria histórica, con sus luces y sombras, debe ser una herramienta para entender el presente y fortalecer el compromiso con la democracia y los derechos humanos.

En este escenario, la invitación es a ser espectadores atentos y críticos de las narrativas que se despliegan, a reconocer las heridas que aún persisten y a participar en la construcción de un futuro donde la libertad y la justicia social sean el verdadero legado de la España postfranquista.