
Una nueva batalla comercial se ha desplegado desde mediados de 2025, cuando la administración estadounidense anunció la imposición de un arancel del 50% sobre el cobre importado, junto con medidas similares contra productos brasileños clave. El arancel al cobre entró en vigor el 1 de agosto de 2025, marcando un punto de inflexión en la relación económica entre Estados Unidos, Chile y Brasil, los principales actores de esta disputa.
El origen de esta medida se encuentra en la estrategia de la Casa Blanca para proteger su industria nacional y responder a lo que considera prácticas comerciales desleales, en un contexto de creciente competencia tecnológica y geopolítica. El presidente Trump confirmó el arancel en julio de 2025, argumentando que busca corregir desequilibrios y defender la seguridad económica estadounidense.
Brasil, por su parte, fue blanco de aranceles a productos como petróleo, café, carne y acero, sectores con fuerte peso en su economía y en la balanza comercial bilateral. La respuesta del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva fue firme: “Brasil es un país soberano y con instituciones independientes”, advirtiendo que responderá con medidas recíprocas si se profundizan las barreras comerciales.
En Chile, el impacto del arancel al cobre ha sido analizado desde múltiples ángulos. El sector exportador muestra preocupación por la pérdida de competitividad y el temor a una escalada que afecte la demanda global. Sin embargo, algunos sectores políticos interpretan la medida como un llamado de atención para diversificar la economía y reducir la dependencia del cobre.
“Esta situación nos obliga a repensar nuestra matriz productiva y fortalecer la innovación tecnológica en minería”, señala un experto en economía minera.
En contraste, voces sindicales y sociales advierten sobre el posible impacto en el empleo y las comunidades vinculadas a la actividad minera, que ya enfrentan desafíos estructurales.
Los mercados globales han mostrado volatilidad ante estos anuncios. Los futuros de Wall Street operaron con ligeras bajas pese al impulso de las acciones tecnológicas, mientras el cobre experimentó repuntes momentáneos debido a compras especulativas anticipando el arancel.
Brasil enfrenta una amenaza directa en sectores clave, lo que podría agravar presiones inflacionarias y tensiones internas. La disputa ha reavivado debates sobre la integración económica en América Latina y la necesidad de mecanismos que protejan a la región frente a decisiones unilaterales de potencias externas.
Tras meses de tensión, se puede concluir que:
- Los aranceles han alterado cadenas de valor y generado incertidumbre en sectores estratégicos.
- La disputa refleja no solo intereses económicos, sino también un juego político que busca influir en escenarios electorales y geopolíticos.
- La reacción de Brasil y Chile evidencia la complejidad de la relación con Estados Unidos y la necesidad de fortalecer alianzas regionales.
- A nivel local, la crisis ha puesto en evidencia la urgencia de diversificar la economía chilena y avanzar en políticas públicas que mitiguen impactos sociales.
Este episodio, lejos de ser un choque aislado, es una muestra palpable de cómo el entramado global de comercio y política puede afectar directamente a países y ciudadanos, invitando a una reflexión profunda sobre soberanía, desarrollo y cooperación en un mundo cada vez más interconectado y conflictivo.