
El pasado 10 de julio de 2025, un bombardeo del Ejército israelí en la ciudad de Deir al Balá, en el centro de la Franja de Gaza, dejó al menos 17 muertos, en su mayoría civiles que hacían fila para recibir suplementos nutricionales destinados a niños. Este hecho, ocurrido en medio de un bloqueo casi total a la ayuda humanitaria, ha vuelto a poner en primer plano la tragedia cotidiana que vive la población palestina y la compleja dinámica del conflicto israelo-palestino.
Desde la perspectiva militar israelí, el ataque tenía un objetivo claro: un supuesto integrante de Hamas que habría participado en los ataques del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) reconocieron en un comunicado que se está investigando el incidente y lamentaron el daño causado a personas no implicadas, intentando minimizar la percepción de daño colateral. “Las Fuerzas de Defensa de Israel lamentan cualquier daño causado a personas no implicadas y actúan en lo posible para minimizar los daños contra ellas”, señalaron.
Para la comunidad palestina y diversas organizaciones internacionales, este ataque es un nuevo capítulo de una ofensiva que, desde octubre de 2023, ha dejado un saldo devastador. Según datos de las autoridades de Gaza, controladas por Hamas, la ofensiva ha causado la muerte de cerca de 57.700 palestinos, aunque se teme que la cifra sea aún mayor. La escasez de alimentos y suministros médicos, agravada por el bloqueo impuesto por Israel, convierte cada bombardeo en una tragedia que va más allá de las bajas directas.
El episodio ha generado reacciones encontradas. Desde sectores políticos israelíes, se defiende la acción como una medida necesaria en la lucha contra el terrorismo, subrayando el derecho a la defensa ante ataques que dejaron más de 1.200 muertos en Israel y cerca de 250 secuestrados en 2023. En cambio, voces internacionales y organizaciones de derechos humanos denuncian la desproporción y el impacto humanitario de estas operaciones, que afectan a la población civil más vulnerable.
En América Latina, la noticia ha resonado con fuerza, especialmente en Chile, donde la comunidad palestina es una de las más grandes fuera del mundo árabe. La indignación y el llamado a una solución política han sido unánimes, aunque también se han planteado debates sobre la complejidad del conflicto y la necesidad de un enfoque que contemple la seguridad y los derechos humanos de ambas partes.
Este episodio no solo es un reflejo de la violencia directa, sino también de la guerra de narrativas que acompaña al conflicto. Mientras Israel sostiene que actúa contra amenazas terroristas, la población civil palestina sigue pagando el precio más alto, atrapada entre bombardeos y bloqueos.
Más de cuatro meses después, la situación no muestra señales claras de mejora, y la comunidad internacional enfrenta el desafío de equilibrar la seguridad con la protección de los derechos humanos. La verdad que emerge es dolorosa: en esta guerra, la línea entre combatientes y civiles se difumina y la tragedia humana se perpetúa.
En definitiva, este bombardeo es una pieza más en un tablero donde las consecuencias visibles son vidas truncadas, sufrimiento prolongado y un ciclo de violencia difícil de romper. La historia, con sus múltiples voces y perspectivas, invita a una reflexión profunda sobre las responsabilidades y posibilidades reales para una paz duradera.
2025-10-17