
El 1 de agosto de 2025 marcó un antes y un después para la industria del cobre chilena y el comercio internacional. Ese día entró en vigor el arancel del 50% impuesto por Estados Unidos a las importaciones de cobre, una medida anunciada meses antes por la administración Trump con el objetivo declarado de proteger la producción nacional. Desde entonces, el escenario económico y político ha sido un campo de batalla donde se enfrentan intereses disímiles y donde las consecuencias ya no son una incógnita, sino una realidad palpable.
La decisión estadounidense no fue un golpe sorpresivo para los actores involucrados. El 9 de julio de 2025, Donald Trump anunció la imposición de aranceles que incluían un 50% para el cobre y hasta un 200% para productos farmacéuticos. Su justificación se centró en la necesidad de impulsar la producción nacional, igualando tarifas a las ya existentes para acero y aluminio. Sin embargo, este movimiento fue interpretado por varios países y expertos como una estrategia para presionar acuerdos comerciales más favorables.
Desde Chile, el golpe es claro y profundo. El cobre representa más del 50% de las exportaciones mineras y es un pilar fundamental de la economía nacional. Carlos Swett, presidente del gremio minero chileno, expresó que "se logró plasmar una normativa moderna, prudente y actualizada, pero este arancel es un desafío enorme para la competitividad de nuestra minería". El aumento del 123% en envíos de cobre a Estados Unidos durante el primer semestre de 2025, antes de la implementación, refleja la urgencia de las empresas por asegurar mercados ante la incertidumbre.
En el plano internacional, las reacciones son disímiles. Mientras Japón y Alemania, grandes exportadores de cobre refinado a EEUU, ven con preocupación la medida, la Unión Europea y la India también evalúan su impacto en productos farmacéuticos. Por su parte, el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, reafirmó que el arancel busca proteger empleos y fomentar inversiones locales, una postura que encuentra eco en sectores industriales estadounidenses.
Los efectos en los mercados financieros fueron inmediatos y variados. El precio del cobre experimentó volatilidad: tras un pico momentáneo de 13% al alza en el Comex, retrocedió un 2,7% hasta estabilizarse en torno a US$5,53 por libra. Las acciones de mineras chilenas y globales sufrieron caídas entre 1,5% y 2,5%, mientras que firmas estadounidenses como Freeport-McMoran registraron alzas moderadas, reflejando la expectativa de mayor producción local.
En la industria farmacéutica, aunque el impacto fue menos dramático, los movimientos bursátiles evidencian la preocupación por posibles aranceles del 200%, que podrían desincentivar la importación y afectar la cadena de suministro.
A más de tres meses de la implementación, se constatan varias verdades:
- El arancel estadounidense ha tensionado la relación comercial con Chile, uno de sus principales proveedores de cobre. Esto obliga a nuestro país a diversificar mercados y fortalecer tratados comerciales con otras regiones.
- La volatilidad en los precios del cobre ha generado incertidumbre para las inversiones mineras, afectando proyectos futuros y la estabilidad económica local.
- La medida ha reabierto el debate sobre la dependencia de Chile en un solo commodity y la necesidad de avanzar hacia una economía más diversificada y resiliente.
- Desde el lado estadounidense, la política arancelaria refleja un giro hacia el proteccionismo, con consecuencias que podrían extenderse a otros sectores y países.
En Chile, las comunidades vinculadas a la minería observan con preocupación el impacto en el empleo y la economía regional. Una dirigente sindical de Antofagasta comentó: "Esta medida pone en riesgo nuestros puestos de trabajo y la estabilidad de nuestras familias". Por otro lado, sectores ambientales y sociales llaman a aprovechar esta crisis para impulsar una minería más sostenible y menos dependiente del mercado externo.
La imposición del arancel al cobre por parte de Estados Unidos ha desencadenado un complejo juego de fuerzas donde economía, política y sociedad se entrelazan. La batalla no solo se libra en los mercados, sino en la definición del futuro económico chileno y su inserción en el mundo. Lo que comenzó como una medida proteccionista se ha convertido en un desafío estructural, que invita a reflexión y acción estratégica.
Este episodio demuestra que las decisiones comerciales, lejos de ser simples movimientos económicos, son actos políticos con consecuencias profundas y duraderas para todos los involucrados.