
Un encuentro anunciado con la promesa de fortalecer la democracia y el multilateralismo terminó por exponer una fractura profunda en el debate político chileno. El 21 de julio de 2025, en el Palacio de La Moneda, se llevó a cabo la cumbre “Democracia Siempre”, convocada por el Presidente Gabriel Boric y que reunió a mandatarios como Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Pedro Sánchez (España), Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay).Esta reunión fue presentada oficialmente como un espacio para avanzar en un posicionamiento común en favor de la justicia social y la cooperación global.
Sin embargo, la convocatoria no estuvo exenta de controversia. Desde la oposición, principalmente desde Chile Vamos, se denunció un “sesgo ideológico” que limitaba la pluralidad de voces y convertía la cumbre en un foro de afinidades políticas más que en un espacio de diálogo amplio.Iván Moreira (UDI) señaló que el evento “solo está pensado para países que piensan parecido al Presidente Boric”. Esta crítica se profundizó con la presencia del presidente español Pedro Sánchez, envuelto en escándalos de corrupción dentro de su partido, lo que para sectores de derecha fue un símbolo del amiguismo que, según ellos, permea la política exterior chilena.Diego Schalper (RN) calificó la situación como “lamentable” y acusó al mandatario de convertir la política exterior en una extensión de sus agendas personales.
Desde el oficialismo, en cambio, se defendió el carácter del encuentro como un esfuerzo legítimo por fortalecer el compromiso con la democracia en un contexto global marcado por el auge del extremismo y la polarización. Se destacó que la cumbre es una continuidad de la iniciativa “En defensa de la democracia, luchando contra el extremismo”, impulsada en 2024 por Brasil y España, y que busca generar propuestas concretas que serán presentadas en la Asamblea General de Naciones Unidas.La Presidencia sostuvo que el evento busca promover un multilateralismo basado en la justicia social, un objetivo que consideran urgente y necesario para Chile y la región.
El debate, sin embargo, no solo se centró en la composición de los invitados, sino también en el momento político interno. La oposición cuestionó la pertinencia de destinar recursos y atención a un foro internacional cuando el país enfrenta problemas críticos en seguridad y empleo femenino. Para ellos, la cumbre distrajo la atención pública de temas domésticos más urgentes.“En un país con problemas lacerantes, no veo ganancia en distraer a la opinión pública con estas reuniones que solo sirven para emitir una declaración pública”, afirmó Moreira.
Por otro lado, la comparación con eventos anteriores, como el encuentro Prosur organizado por Sebastián Piñera en 2019 con líderes de derecha, reveló la doble vara que suele aplicarse en la política chilena. En esa ocasión, la oposición también denunció sesgo ideológico, pero ahora critican el evento oficialista con mayor dureza, evidenciando una profunda polarización que trasciende el contenido y se ancla en la disputa partidaria.
Esta cumbre, en definitiva, se transformó en un espejo donde se reflejan las tensiones y contradicciones de la política chilena actual. Por un lado, la necesidad de posicionar a Chile en el escenario internacional y fortalecer valores democráticos frente a desafíos globales. Por otro, la desconfianza y el rechazo que genera cualquier iniciativa percibida como un instrumento partidario o ideológico.
A más de cuatro meses del evento, las consecuencias son claras: la política exterior chilena continúa atravesada por la polarización interna, y la búsqueda de consensos internacionales se ve condicionada por las disputas domésticas. La pregunta que queda en el aire es si Chile podrá superar estas divisiones para construir una política exterior más inclusiva y estratégica, o si seguirá atrapado en ciclos de confrontación que limitan su proyección global.
En suma, la cumbre “Democracia Siempre” no solo fue un encuentro de líderes, sino un escenario donde se libró una batalla política que refleja las complejidades y desafíos de nuestra democracia en el siglo XXI.
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