
En julio de 2025, Jeannette Jara, militante del Partido Comunista (PC), obtuvo un triunfo electoral que ha sacudido las estructuras tradicionales de la izquierda chilena. Este resultado no solo es una victoria personal, sino que marca un punto de inflexión en el mapa político nacional, al poner en el centro del debate la vigencia y relevancia de un PC que algunos califican como un "dinosaurio en extinción" y otros defienden como un actor necesario para una izquierda más radical y transformadora.
Desde sectores críticos, Gabriel Alemparte, abogado y vicepresidente de Demócratas, resume el sentir de quienes ven en este triunfo una amenaza para la estabilidad democrática y económica del país. Para ellos, el PC representa un anacronismo que se aferra a ideologías de la Guerra Fría, con admiración histórica por regímenes autoritarios como Cuba y Corea del Norte, y una defensa incondicional a posturas geopolíticas controvertidas, como la invasión rusa a Ucrania.
El PC ha sido señalado por su rol en apoyar insurrecciones violentas y resistirse a acuerdos de paz en momentos clave de la política chilena reciente. En este sentido, la elección de Jara es vista como un retroceso que podría alejar a Chile de una economía abierta y un sistema democrático estable, apostando por una economía de demanda interna y nacionalización de recursos que genera incertidumbre en los mercados.
Por otro lado, múltiples sectores dentro de la izquierda y el propio PC defienden que el triunfo de Jara es la expresión de una demanda ciudadana por cambios profundos y que la izquierda tradicional, representada en décadas por la centroizquierda, ha perdido conexión con las bases sociales.
Desde esta perspectiva, el PC no es un fósil, sino un actor que ha sabido mantener una coherencia ideológica y una propuesta política que interpela a los sectores más postergados del país. Además, argumentan que la polarización y la fragmentación política han dejado un vacío que solo una izquierda más clara y firme puede llenar, enfrentando un modelo económico que, según ellos, ha profundizado la desigualdad.
El triunfo de Jara ha generado reacciones encontradas en distintas regiones del país. En el norte, donde la minería y los recursos naturales son el motor económico, la propuesta de nacionalización genera alarma entre empresarios y trabajadores que temen la pérdida de inversiones y empleos. En contraste, en zonas urbanas y periféricas de Santiago y el sur, se percibe una esperanza de mayor justicia social y redistribución.
Este escenario ha tensionado el diálogo social y político, con manifestaciones tanto de apoyo como de rechazo que han marcado la agenda pública en las últimas semanas.
A casi cinco meses de la elección de Jeannette Jara, el panorama político chileno se muestra fragmentado y en disputa abierta. La evidencia apunta a que el PC, lejos de desaparecer, ha logrado reposicionarse como un actor clave, pero a costa de profundizar divisiones internas en la izquierda y ampliar la brecha con sectores moderados y conservadores.
La pregunta que queda en el aire es si esta reconfiguración permitirá a Chile avanzar hacia un modelo de desarrollo más inclusivo y sostenible, o si, por el contrario, abrirá una etapa de incertidumbre y polarización que podría afectar la estabilidad política y económica del país.
Lo cierto es que la historia reciente demuestra que Chile no tiene espacio para soluciones simplistas ni para la hegemonía de extremos que bloqueen el diálogo. La búsqueda de mayorías amplias y acuerdos fundados en la realidad y la experiencia será decisiva para enfrentar los desafíos que vienen.
Este episodio, más allá de sus actores, invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza de la democracia chilena y el camino que sus ciudadanos desean transitar en la próxima década.