
El 8 de julio de 2025 marcó un quiebre en la frágil calma que reinaba en el norte de Líbano. El Ejército de Israel lanzó un ataque aéreo contra la ciudad de Trípoli, apuntando a un líder clave de Hamas, acción inédita desde la tregua firmada en noviembre de 2024 entre Israel y Hezbolá. Este hecho no solo quebró el alto el fuego, sino que reavivó las tensiones en una región que parecía transitar hacia una relativa estabilidad.
Desde el lado israelí, la ofensiva se justificó como una medida necesaria para neutralizar una amenaza directa. “Se trató de un objetivo prioritario para nuestra seguridad nacional”, declaró un portavoz militar, subrayando que el blanco era un “terrorista clave” vinculado a Hamas. La elección de Trípoli, lejos del habitual sur libanés donde opera Hezbolá, sorprendió y generó alarma internacional.
En contraste, las autoridades libanesas y sectores civiles condenaron el ataque como una violación flagrante de la soberanía nacional y un acto que pone en riesgo a la población civil. “Este bombardeo es una agresión que desestabiliza aún más a nuestro país y pone en peligro vidas inocentes”, afirmó un representante del Ministerio de Salud libanés, que confirmó la muerte de al menos un civil en la zona de Beit Lif.
La reacción de Hezbolá fue inmediata, aunque contenida, alertando sobre las consecuencias que tendrá esta ruptura para la seguridad regional. Expertos en seguridad consultados coinciden en que este ataque podría ser el inicio de una escalada que involucraría a múltiples actores, no solo en Líbano, sino también en Siria y Palestina.
Horas después, se reportaron otros ataques con drones israelíes en el sur de Líbano, causando más víctimas y daños materiales. Estas acciones, lejos de ser aisladas, reflejan una estrategia más agresiva de Israel para contener lo que percibe como amenazas crecientes en su frontera norte.
Desde una perspectiva política, el episodio ha generado divisiones internas en Israel y Líbano. En Israel, sectores más moderados advierten sobre el riesgo de una guerra abierta, mientras que grupos más conservadores respaldan la ofensiva como defensa legítima. En Líbano, la fractura política y social se profundiza, con comunidades que temen verse atrapadas en un conflicto mayor.
Asimismo, la comunidad internacional ha expresado preocupación. Naciones Unidas y la Unión Europea han llamado a ambas partes a la moderación y al respeto del alto el fuego, aunque hasta ahora sin propuestas concretas para evitar una escalada.
Este episodio pone en evidencia la complejidad de un conflicto que no se limita a enfrentamientos militares, sino que involucra narrativas históricas, identidades sectarias y rivalidades geopolíticas.
En conclusión, la ruptura de la tregua con el ataque a un líder de Hamas en Líbano no es un hecho aislado ni efímero. Desata una serie de consecuencias visibles: aumento de la violencia, polarización política y un clima de incertidumbre regional. La tragedia que sufre la población civil, atrapada en este juego de poder, es la cara más dolorosa de esta historia. La pregunta que queda es si las partes involucradas encontrarán caminos para evitar que este coliseo de enfrentamientos se transforme en una guerra abierta o si, por el contrario, el ciclo de violencia se perpetuará, con consecuencias impredecibles para Oriente Medio y el mundo.
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Fuentes: La Tercera, L’Orient le Jour, Ministerio de Salud de Líbano, declaraciones oficiales del Ejército de Israel.