
Un terremoto político con ecos tardíos
El 19 de noviembre de 2025, Franco Parisi y su Partido de la Gente (PDG) lograron un inesperado casi 20% de votos en la elección presidencial chilena. Lo que a primera vista parecía una sorpresa aislada, con el tiempo ha demostrado ser un fenómeno que trastoca el mapa político nacional. La derecha tradicional, liderada por José Antonio Kast, obtuvo un amplio triunfo presidencial, pero sufrió una derrota significativa en las elecciones parlamentarias, donde perdió la mayoría en ambas cámaras.
Este escenario ha puesto en jaque las expectativas y estrategias de la derecha, que ahora enfrenta la necesidad de negociar con un PDG fortalecido, un panorama que hace apenas semanas parecía improbable.
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Desde el ala más dura del oficialismo, la victoria presidencial de Kast se lee como un éxito contundente. Sin embargo, la pérdida de la mayoría parlamentaria ha obligado a revisar las tácticas políticas. La derecha, acostumbrada a la disciplina y la rigidez doctrinaria, se encuentra ahora ante un dilema: negociar con un PDG al que consideran populista y poco confiable, o arriesgarse a un bloqueo legislativo que podría paralizar la agenda gubernamental.
“La derecha jamás pactará con populistas, con arribistas, con cortoplacistas sin visión de país ni estrategia de largo plazo. Antes la muerte”, afirma un dirigente cercano a Kast, reflejando la tensión interna que atraviesa el sector.
Este escenario ha reactivado viejas tensiones dentro de la coalición oficialista, evidenciando la fractura entre pragmatismo y dogmatismo. Las negociaciones se han extendido a la disputa por las presidencias de la Cámara y el Senado, con el PDG y su líder parlamentario Karim Bianchi como actores clave.
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El inesperado ascenso del PDG y de Franco Parisi ha sido objeto de análisis y debate. Las encuestas previas subestimaron su apoyo, lo que descolocó a los pronosticadores y a los propios partidos tradicionales. Más allá de la sorpresa inicial, el PDG ha demostrado capacidad para mantener cohesionada a su bancada de 14 diputados, un factor crucial para su influencia futura.
“Para que Parisi llegue a la segunda vuelta en 2029, tiene que mantener su fuerza parlamentaria intacta y negociar con inteligencia”, comenta un analista político que sigue de cerca al PDG.
No obstante, la gestión interna del partido no está exenta de desafíos. La figura de Pamela Jiles emerge como posible clave para mantener la cohesión del grupo, aunque la historia reciente muestra que mantener disciplinados a los “mosqueteros” no será tarea sencilla.
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En regiones, el fenómeno Parisi ha tenido un impacto particular. En Magallanes, por ejemplo, la elección de Karim Bianchi como senador muestra un giro hacia opciones consideradas más pragmáticas y menos ideologizadas. Esto refleja un desencanto con la política tradicional y una búsqueda de alternativas que prometan soluciones concretas.
Desde la sociedad civil, las opiniones son diversas. Algunos sectores valoran la irrupción del PDG como una renovación necesaria, mientras que otros temen que la fragmentación política derive en inmovilismo y desgaste institucional.
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La falta de acuerdos claros y la rigidez de la derecha podrían traducirse en un estancamiento legislativo que afectaría la economía y la gobernabilidad. La incertidumbre política suele retraer inversiones y frenar el crecimiento, lo que podría amplificar la frustración ciudadana.
Este escenario abre la puerta a una posible segunda vuelta presidencial en 2029 entre Franco Parisi y Gabriel Boric, un duelo que promete ser intenso y polarizador.
Para Boric, la clave será adoptar una postura de estadista prudente; para Parisi, mantener la unidad de su bancada y negociar con inteligencia serán desafíos mayúsculos.
“Si la política no funciona y se tranca, los inversionistas se retraen y esperan hasta que las incertidumbres se despejen. Eso lleva a menos inversión, menos crecimiento y menos empleo”, advierte un economista consultado.
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El fenómeno Parisi y el PDG no es un simple accidente electoral, sino un reflejo de un Chile que busca nuevas voces y alternativas fuera del binomio tradicional. La derecha, pese a su éxito presidencial, enfrenta la realidad de un Parlamento fragmentado y la necesidad de negociar con actores que hasta hace poco consideraba marginales.
La política chilena entra así en una fase de alta complejidad y tensión, donde la rigidez y la falta de diálogo pueden tener costos profundos para la estabilidad y el desarrollo del país.
En definitiva, la elección de 2025 no solo redefine el poder en Chile, sino que plantea preguntas urgentes sobre la capacidad del sistema político para adaptarse a un electorado cada vez más diverso y exigente.