
Un escenario de confrontación diplomática y estratégica se desplegó en julio de 2025, cuando el Presidente Gabriel Boric participó en la cumbre del BRICS en Río de Janeiro. La amenaza pública del expresidente Donald Trump de imponer aranceles a países que se alineen con las políticas del bloque tensionó la participación chilena y puso en jaque la política exterior nacional.
Desde su retorno a Chile, Boric y su equipo han defendido la independencia y soberanía del país en materia internacional, enfatizando que 'Chile define su política exterior de manera independiente. Somos un país soberano y, por cierto, eso se aplica en nuestra política exterior', en palabras del canciller Alberto van Klaveren. Esta postura ha sido respaldada por el embajador chileno en Washington, Juan Gabriel Valdés, quien descartó que las amenazas de Trump estuvieran dirigidas específicamente contra Chile.
La participación de Chile en el BRICS, en calidad de invitado, no implicó adhesión a la declaración conjunta del bloque, que incluye posiciones controvertidas como el respaldo a Rusia en su conflicto con Ucrania. Chile expresó discrepancias explícitas con ciertos puntos del documento final, reflejando una tensión interna entre la defensa de la soberanía y las alianzas estratégicas regionales.
Desde una mirada política, el episodio ha generado debates que atraviesan el espectro ideológico. Sectores de izquierda valoran la defensa de un multilateralismo más autónomo y crítico frente a la hegemonía estadounidense, mientras que voces conservadoras alertan sobre los riesgos de alejarse de Washington en un contexto global inestable. En regiones del país con fuerte dependencia económica del comercio con Estados Unidos, la amenaza arancelaria generó inquietud y llamados a la prudencia.
Las voces ciudadanas reflejan esta división: mientras algunos sectores celebran la postura soberana y el intento de Chile por posicionarse en nuevos bloques emergentes, otros cuestionan la oportunidad y los costos de esta estrategia, especialmente en un momento de incertidumbre económica global.
En el ámbito internacional, la participación de Chile en el BRICS se inscribe en una búsqueda más amplia de diversificación de relaciones exteriores, que incluye la organización de una próxima cumbre de gobiernos de izquierda en Santiago, con la presencia de líderes como Lula da Silva y Pedro Sánchez. Este movimiento apunta a darle mayor visibilidad regional a Boric en sus últimos meses de mandato y a proyectar una influencia renovada de la centroizquierda en América Latina.
Sin embargo, el episodio ha dejado en evidencia las tensiones intrínsecas entre la aspiración de autonomía y las realidades geopolíticas y económicas que condicionan a Chile. La amenaza de Trump, aunque no materializada hasta la fecha, sigue siendo un recordatorio de la vulnerabilidad de países medianos en la arena global.
En conclusión, este capítulo de la política exterior chilena pone en escena un choque de voluntades y estrategias: la defensa de la soberanía y la diversificación internacional frente a las presiones de potencias tradicionales. La narrativa no es unívoca ni cerrada; más bien, invita a una reflexión profunda sobre el lugar de Chile en un mundo multipolar y sobre los límites de la independencia en un sistema global marcado por la interdependencia y la competencia.
Este episodio, lejos de ser un simple enfrentamiento diplomático, constituye una tragedia en la que el protagonista —Chile— sufre las consecuencias de un tablero internacional que no perdona imprecisiones ni medias tintas.