
En un escenario internacional marcado por la creciente tensión comercial, Chile ha optado por una postura de distancia y autonomía frente a las amenazas arancelarias lanzadas por el expresidente estadounidense Donald Trump a los países aliados del bloque BRICS. El 7 de julio de 2025, el canciller Alberto van Klaveren declaró desde Brasil que Chile no se siente aludido por estas amenazas, reafirmando que el país participa en la cumbre solo como invitado y mantiene una política exterior soberana e independiente.
Este episodio no solo expone la complejidad de las relaciones internacionales en América Latina, sino que también revela las fracturas internas y las interpretaciones divergentes sobre el papel de Chile en el tablero global.
Desde la perspectiva oficial, Chile ha querido dejar claro que no se alinea con ningún bloque específico dentro del BRICS, un grupo que, según Van Klaveren, es mucho más heterogéneo de lo que se suele presentar en los discursos simplistas. 'Somos un país soberano... no vemos razón para modificar nuestra posición', afirmó el canciller, subrayando que la declaración de la cumbre corresponde exclusivamente a los miembros y no a los países invitados.
Sin embargo, esta postura ha generado diversas reacciones en el espectro político nacional. Por un lado, sectores de centroizquierda valoran esta independencia como un ejercicio responsable de política exterior, que evita compromisos que podrían afectar la estabilidad económica y social interna. Por otro, voces más críticas desde la izquierda cuestionan que Chile, al asistir como invitado, no debería desmarcarse tan tajantemente, pues la cooperación con países emergentes podría ser clave para diversificar alianzas y reducir la dependencia tradicional de Estados Unidos y Europa.
La amenaza de un aumento del 10% en los aranceles por parte de Trump a países aliados del BRICS fue recibida con cautela en Chile. Analistas económicos advierten que, aunque Chile no es miembro pleno del bloque, la presión comercial de Estados Unidos podría tener efectos indirectos, especialmente en sectores exportadores que mantienen vínculos con estas economías.
Desde la región, algunos gobiernos ven en la postura chilena una oportunidad para mantener un equilibrio estratégico, mientras que otros la interpretan como una falta de compromiso con un bloque que busca desafiar la hegemonía global tradicional.
La narrativa oficial chilena destaca la diversidad interna del BRICS, que incluye desde potencias emergentes hasta un miembro de la OTAN, evidenciando que no se trata de un bloque monolítico ni necesariamente antagonista. Esta visión choca con discursos que pintan a BRICS como un 'eje contestatario' o una amenaza directa al orden internacional liderado por Estados Unidos.
Esta multiplicidad de interpretaciones refleja la dificultad de Chile para posicionarse en un mundo multipolar donde los intereses económicos, políticos y estratégicos se entrecruzan y a menudo entran en conflicto.
Chile ha optado por reafirmar su soberanía y autonomía en política exterior, evitando alineamientos automáticos con bloques internacionales, incluso en contextos de presión externa. Esta decisión, aunque pragmática, no está exenta de críticas ni de riesgos, pues implica navegar en un escenario global cada vez más complejo y fragmentado.
La amenaza arancelaria de Trump, más que un golpe directo, funciona como un recordatorio de la volatilidad del sistema internacional y la necesidad de Chile de diversificar sus alianzas sin perder su independencia.
Finalmente, la diversidad interna y la heterogeneidad del BRICS invitan a una reflexión más profunda sobre los bloques internacionales: no son entidades monolíticas, sino conjuntos dinámicos que desafían las visiones simplistas y obligan a países como Chile a adoptar posturas matizadas y estratégicas.
Este episodio es una invitación a observar la política internacional con distancia, entendiendo que las decisiones soberanas se construyen en la tensión entre múltiples actores, intereses y narrativas en disputa.
2025-11-12
2025-11-12