
Un escenario marcado por la urgencia, la desconfianza y la tragedia humana se desplegó en Doha durante julio de 2025, cuando delegaciones de Israel y Hamas retomaron conversaciones indirectas para intentar cerrar un capítulo sangriento que suma ya más de dos años de violencia. El 6 de julio, ambas partes iniciaron una nueva ronda de negociaciones mediadas por Qatar y Egipto, en un contexto donde la ofensiva israelí ha dejado decenas de miles de muertos palestinos y la situación humanitaria en Gaza es crítica.
El punto de partida de estas negociaciones fue el marco de alto el fuego propuesto por Qatar, Estados Unidos y Egipto, que contempla un cese de hostilidades por 60 días, la liberación de rehenes israelíes y el inicio de conversaciones para un acuerdo más amplio. Sin embargo, Israel rechazó las enmiendas planteadas por Hamas, calificándolas de inaceptables, mientras que Hamas insistió en la retirada completa de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de Gaza, más allá de un simple redespliegue.
"Los cambios que Hamas pretende introducir en la propuesta catarí nos fueron comunicados anoche y son inaceptables para Israel," declaró la oficina de Netanyahu, reflejando la rigidez de la postura oficial. Por su parte, fuentes cercanas a Hamas subrayaron que el grupo está dispuesto a negociar seriamente durante el alto el fuego, pero sin ceder en demandas clave como la reapertura de los cruces fronterizos y la entrega exclusiva de ayuda humanitaria a través de agencias de la ONU.
Desde la perspectiva israelí, la prioridad es neutralizar la amenaza que representa Hamas, a quien consideran un grupo terrorista que utiliza a la población civil como escudo. Benjamin Netanyahu afirmó que "Hamas no estará ahí" y recalcó la necesidad de eliminar su capacidad militar para evitar más secuestros y asesinatos. La alianza con Estados Unidos sigue siendo un pilar fundamental, y la visita del primer ministro israelí a Washington para reunirse con Donald Trump evidenció el apoyo político y estratégico que busca reforzar.
En contraste, la narrativa palestina y de Hamas se centra en la devastación de Gaza, donde la población civil paga el costo más alto. Más de 57.400 palestinos han muerto desde octubre de 2023, según cifras del Ministerio de Salud de Gaza y respaldadas por la ONU. La exigencia de acceso humanitario irrestricto y la reconstrucción de infraestructuras críticas son demandas que reflejan un clamor por alivio y dignidad en medio del conflicto.
La comunidad internacional observa con atención y creciente preocupación. La presión para alcanzar un acuerdo antes de la reunión entre Netanyahu y Trump en Washington añadió un componente político a la negociación, aunque el escepticismo sobre un acuerdo definitivo persiste. Fuentes diplomáticas señalaron a medios como The New Arab que la seriedad está presente, pero las diferencias fundamentales retrasan un cierre rápido.
Regionalmente, Egipto y Qatar juegan roles clave como mediadores, intentando equilibrar intereses y evitar una escalada mayor. Sin embargo, la complejidad del conflicto y la multiplicidad de actores dificultan la concreción de una paz estable.
Tras meses de negociaciones y más de 21 meses de conflicto abierto, la situación en Gaza y el sur de Israel sigue siendo una tragedia humanitaria y política. Las posturas de Israel y Hamas, aunque dispuestas a dialogar, mantienen puntos irreconciliables que impiden un acuerdo duradero. La insistencia israelí en eliminar la capacidad militar de Hamas y la demanda palestina por la retirada total y el fin del bloqueo configuran un choque que va más allá de una simple tregua temporal.
El costo humano, con decenas de miles de muertos y heridos, y la destrucción de Gaza, presionan para una solución urgente, pero la realidad muestra que la paz demanda concesiones difíciles y un compromiso que hasta ahora no se ha alcanzado. La reunión de Netanyahu con Trump y el papel de mediadores regionales serán claves en los próximos meses, aunque la desconfianza mutua y las heridas abiertas auguran que el camino hacia la paz seguirá siendo tortuoso.
Este episodio en Doha no es solo una negociación más, sino un reflejo de un conflicto que ha desgarrado a dos pueblos y que desafía a la comunidad internacional a encontrar una salida que no solo detenga las balas, sino que también construya un futuro viable para la región.