
Chile volvió a posicionarse en el tablero global con la participación del presidente Gabriel Boric en la XVII Cumbre del Brics, realizada en julio de 2025 en Brasil. La cita reunió a las principales economías emergentes del mundo y a países asociados, con una agenda que abarcó desde el fortalecimiento del multilateralismo hasta el cambio climático y la inteligencia artificial.
Desde el inicio, la presencia chilena generó expectativas y debates. Chile participa por segunda vez en este foro, tras la asistencia de Michelle Bachelet en 2014. El gobierno de Boric apostó por una estrategia que busca ampliar las alianzas comerciales y políticas más allá del tradicional vínculo con Estados Unidos y Europa, en un contexto global marcado por tensiones y reconfiguraciones.
Uno de los temas más candentes fue la propuesta de impulsar el comercio usando monedas locales, una iniciativa que pretende disminuir la dependencia del dólar estadounidense. Esta medida, impulsada por los países del Brics, ha generado reacciones encontradas.
Desde la visión oficial chilena y de varios economistas progresistas, esta estrategia es vista como una oportunidad para diversificar riesgos y fortalecer la soberanía económica regional. Sin embargo, sectores empresariales y políticos conservadores expresaron inquietudes sobre la volatilidad y los posibles impactos negativos en la inversión extranjera.
“La hegemonía del dólar no es un destino inmutable, pero cualquier cambio debe ser gradual y con garantías para la estabilidad financiera,” señaló un analista del Banco Central.
La cumbre no estuvo exenta de tensiones geopolíticas. El conflicto en Medio Oriente y la reciente escalada entre Israel, Estados Unidos e Irán, miembro del Brics, impactaron las discusiones. Chile, con una política exterior que busca equilibrio y diálogo, tuvo que navegar entre presiones y expectativas diversas, tanto internas como externas.
En materia ambiental, la cumbre reforzó el compromiso con el Acuerdo de París y la COP 30, destacando la urgencia de financiar a los países más vulnerables frente al cambio climático. Chile, afectado por sequías prolongadas y fenómenos extremos, se mostró activo en estas discusiones.
En Chile, la participación en el Brics provocó un amplio debate público. Movimientos sociales y organizaciones medioambientales valoraron el énfasis en financiamiento climático, pero cuestionaron la falta de claridad sobre cómo estos acuerdos se traducirán en políticas concretas.
En regiones del norte y sur del país, donde la crisis hídrica y la desigualdad son palpables, la expectativa es que la inserción internacional se refleje en mejoras tangibles para las comunidades.
La incursión chilena en la Cumbre del Brics revela un país en busca de nuevas alianzas para enfrentar desafíos globales, pero también evidencia las tensiones inherentes a un mundo multipolar en transformación. El debate sobre monedas locales y la gestión ambiental son dos ejes que seguirán marcando la agenda interna y externa.
Más allá de la retórica diplomática, queda claro que la estrategia chilena deberá equilibrar expectativas internas diversas y presiones externas, en un escenario donde las certezas son escasas y la capacidad de adaptación, crucial.
Este episodio invita a la reflexión profunda sobre el rol de Chile en un contexto global cada vez más complejo y fragmentado, y sobre cómo los sueños de autonomía económica y sostenibilidad ambiental se enfrentan a la realidad de intereses contrapuestos y riesgos latentes.