
El centro-sur de Texas enfrenta una tragedia que, a más de cuatro meses de ocurrida, sigue dejando una huella profunda y preguntas sin respuestas claras. El 4 y 5 de julio de 2025, intensas lluvias acumuladas por sobre 30 centímetros en 12 horas elevaron el río Guadalupe a niveles récord, provocando inundaciones históricas en la región. El saldo oficial es de 43 muertos, de los cuales 15 son niños, y decenas de personas desaparecidas, incluyendo a 27 niñas y monitoras de un campamento cristiano llamado Mystic, ubicado a orillas del río.
Las autoridades locales, encabezadas por el sheriff Larry Leitha Jr., han descrito una situación de emergencia prolongada, con labores de búsqueda y rescate que se extendieron semanas después del evento. 'Las condiciones aún son peligrosas y seguimos recibiendo reportes de personas desaparecidas', señaló Leitha Jr. por aquel entonces, enfatizando la complejidad para contabilizar a los afectados debido a la gran afluencia de visitantes por las festividades del 4 de julio.
El gestor municipal Dalton Rice no dudó en calificar estas inundaciones como las peores desde 1987 en la zona, advirtiendo que la cifra de fallecidos podría haber aumentado en los días posteriores. Rice también alertó sobre la contaminación del agua y la necesidad de abastecer a la ciudad con agua de pozos durante semanas, debido a la presencia de escombros, gasolina y químicos arrastrados por la corriente.
El desastre ha desatado un debate intenso en Texas y más allá. Por un lado, grupos comunitarios y familiares de víctimas han cuestionado la preparación y capacidad de respuesta de las autoridades locales y estatales. 'No hubo alertas oportunas ni planes claros de evacuación, lo que costó vidas inocentes', acusa Marta González, activista por derechos de víctimas.
En contraste, funcionarios gubernamentales defienden que la magnitud del fenómeno superó cualquier previsión y que los recursos se desplegaron rápidamente para rescatar a cientos de personas, incluyendo a los acampantes del campamento Mystic.
Desde el punto de vista científico, expertos en cambio climático y meteorología señalan que eventos como este se están volviendo más frecuentes y extremos en regiones históricamente menos propensas a inundaciones severas. 'El calentamiento global intensifica los patrones de lluvia y hace que las infraestructuras actuales sean insuficientes', explica la climatóloga Ana Torres.
La tragedia ha dejado una comunidad fracturada y un país que observa con preocupación. Las familias de las víctimas, especialmente de los niños, enfrentan un duelo cargado de preguntas y reclamos. Las organizaciones religiosas vinculadas al campamento Mystic han asumido la responsabilidad moral, pero enfrentan críticas por no haber anticipado los riesgos.
Además, la crisis ha revelado desigualdades en la capacidad de respuesta según zonas y sectores sociales, con comunidades rurales y menos favorecidas sufriendo con mayor crudeza la falta de infraestructura y apoyo.
A más de cuatro meses del desastre, algunas verdades se consolidan:
- La magnitud del fenómeno climático superó las previsiones, pero la falta de planes de emergencia robustos agravó las consecuencias.
- La coordinación entre autoridades locales, estatales y federales mostró falencias que deben ser corregidas para evitar tragedias similares.
- El cambio climático es un factor clave que obliga a repensar la gestión territorial, la infraestructura y la alerta temprana en zonas vulnerables.
El desafío para Texas y Estados Unidos es convertir esta tragedia en una oportunidad para fortalecer la resiliencia, mejorar la prevención y atender con justicia a las víctimas. Mientras tanto, la memoria de los 43 fallecidos, especialmente de los 15 niños, permanece como un recordatorio doloroso de los costos humanos de la inacción y la imprevisión.
Fuentes consultadas: Agencia EFE, declaraciones oficiales del condado de Kerr, análisis meteorológico del Servicio Nacional de Meteorología de Estados Unidos, entrevistas a expertos en cambio climático y testimonios de familiares afectados.